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Pero qué monadas

La Razón
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Mientras las autoridades no saben qué hacer con toda la hermosa y joven patulea que no quiere abandonar el «weekend» montado en la Puerta del Sol –que ya empieza a atufar y habrá que ponerse la suficiente dosis de Nenuco–, puestos a cambiar el cuento de Caperucita por el fiero Sistema de fauces criminales del panfletillo del señor Hessel, otros optan por lanzarse a una estupenda revisión del presente con ánimos de futuro dedicándose a menesteres tan edificantes como los concursos infantiles de belleza. ¡Para qué preocuparnos de la fealdad de un mundo que no nos gusta, teniendo tanta monada proliferando sobre la misma faz de la Tierra! Como a los americanos al final les acabamos copiando todo, no podemos quedarnos atrás en la búsqueda del niño prodigio, de la mocosuela de seductores bucles, de la sublime promesa de perfección núbil encarnada en un buen número de mamoncetes a los que tanto espera un porvenir de felicidad renovada en esta sociedad en plena convulsión, que uno catastrófico y gris en el que hasta la más luminosa inocencia se mancille en el horror más cochambroso y desfigurado.
Mejor no pensar entre tanto y convencerse de que cualquier criatura que venga a pasar hambre a este erial puede llegar a Miss Mundo o a ganar un concurso ideal de belleza. Lo malo es cuando llega el momento de buscar la infancia recuperada, que no se encuentra y sólo queda el olvido de los libros que se han leído, las películas que se han visto, los lugares que se han visitado o hasta las emociones que se han vivido, dominadas sólo por las efímeras reacciones de la tele o el mensaje de las redes sociales por Internet, que es un poco lo que les ha pasado a los activistas del 15-M de la Puerta del Sol, perezosos para desalojar el patio. Sin saber muy bien lo que se quiere, ni de donde se viene, ni a donde se va. Una pena ¡con lo guapos que éramos!