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Carrera de fanatismo por Alfonso Merlos
Sin tapujos y sin rodeos. Sin complejos. Y por supuesto quitándose la careta si es que en alguna ocasión han necesitado realmente lucirla para cubrir sus vergüenzas y sus miserias. Así son ellos. Ésos a los que todavía algunos ingenuos consideran nacionalistas moderados. Vamos, ¡moderadísimos!
Tanto lo son los hijos políticos del descarado Arzalluz o del ángel caído Ibarretxe que, antes de volver a las moquetas del poder regional y manejar el bastón de mando a su antojo, ya están copiando la agenda de bildutarra. Sí señores. Las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado sobran, deben ser arrojadas al exilio. Con ellas, en el mismo paquete, las Fuerzas Armadas. Va de suyo y de viejo. Y naturalmente con la máxima urgencia, sin derecho a réplica. ¡¿Qué se han creído?! ¡¿Qué clase de hoja de servicios les acredita?!
Es todo tan descabellado, tan infame, tan infecto y de tal bajeza que uno sólo puede pensar que semejante prioridad de Gobierno la deberían marcar en solitario los cabestros de ETA, los lacayos de EH-Bildu. Pero ahí vuelve el PNV por sus fueros, entendiendo su ajustada victoria en las urnas y entrando en una carrera de radicalismo y antipatriotismo. Porque es sobradamente sabido que la única nación de la que entienden los vástagos de Sabino Arana es la de su RH, único en la Vía Láctea. ¿Por qué molestan la Guardia Civil y la Policía? ¿No conviene que detengan a algún terrorista de los que según la versión oficial están fuera del mercado? ¿No procede que sus mandos operen al margen del espurio dictado partidista de los separatistas? Colegas de Urkullu, mejor no respondan. Quedaría retratada al instante su mendacidad y su indignidad. O quizá peor, su cobardía.
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