España
La gran apuesta por Manuel Coma
Los medios americanos echan chispas. Es una final de campeonato en la que el país se juega mucho más que cuatro años de vida. Se trata de apostar por caminos divergentes. El que toma la izquierda lo ven sus rivales como una ruptura irreversible con el estilo que creó la grandeza de la nación. La mayor parte de los ciudadanos, al menos los que votan en un país en el que el 40% no se inscribe en el censo electoral, piensa que la apuesta afecta de manera definitiva a sus destinos individuales, valorándola de formas antagónicas. Cada partido cuenta muy aproximadamente con un 47% de fieles votantes. Corresponde a la retórica y propaganda de toda elección proclamar su carácter único y decisivo. En este caso, o ciclo electoral, como dicen los americanos, no hay hipérbole. La marcha hacia el estatismo, que viene de atrás y recibió grandes empujones con el segundo Roosevelt en los 30 y con Johnson en los 60, y que constituye el gran sueño de Obama, quedaría firmemente afianzada. Para los que votan republicano sería un golpe al dinamismo creativo que en dos siglos de existencia ha situado al país a la cabeza del mundo. Sería perder la última oportunidad de saltar del carril en que Obama los ha metido, que es probablemente en el que Europa y, desde luego, España ha entrado y donde Japón se instaló hace ya veinte años: un lánguido crecimiento que apenas permite crear empleo y una evolución demográfica que convierte al Estado de Bienestar en una carga aplastante. Por supuesto, la situación americana de fondo es notablemente mejor y permite abrigar algunas esperanzas de una reacción desde la base, pero en este momento lo que cuenta son las perspectivas, esperanzadoras para los creyentes en la mitología sedicentemente progresista, y desesperantes para quienes temen el estrangulamiento de la vitalidad del país y con ello su posición en el mundo y todas las inquietantes incertidumbres que eso puede acarrear. No sólo para los americanos, es imperioso añadir.
El dramatismo implicado en las opciones se ve exacerbado por el emparejamiento de los campeones de cada bando en la recta final, máxime cuando esa situación es fruto de un vuelco de última hora. El cambio implica sólo unos pocos puntos porcentuales pero invierte los términos de la contienda. Desde el primer debate presidencial del 3 de octubre, los confiados demócratas se ven en peligro y los descorazonados republicanos recobran los ánimos. Cada día parece más probable que Romney ganará el sufragio popular por un pequeño margen, y que una mayoría en el Colegio Electoral le dará la presidencia a quien ya la ostenta. Y que todo dependa de un solo estado, Ohio. Incluso de sólo cinco de sus 88 condados. Y hasta de solamente dos: Hamilton y Cuyahooga.
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