Teatro

Barcelona

Poderoso Caballero

El dramaturgo será el nuevo director del Centro Dramático Nacional, que pretende abrir a los autores españoles

Dramaturgo, director de escena, productor e incluso actor. Ernesto Caballero es uno de esos hombres de escena que han pasado por casi todas las facetas de su profesión, que se resume en una: hacer teatro. Por eso, su nombramiento ayer como nuevo director del Centro Dramático Nacional (CDN) suscitó elogios. Parece el nombre idóneo para llevar las riendas del buque insignia del teatro público estatal. Caballero relevará a Gerardo Vera, que tiene contrato hasta el 31 de diciembre de este año. Cuando el 2 de enero de 2012 entre al despacho del CDN llevará bajo el brazo un contrato por cinco años, prorrogable a otros tres, presumiblemente menos presupuesto que en temporadas anteriores –el signo de los tiempos– y se enfrentará al reto de programar cuatro salas.

Catorce candidatos
La elección de Caballero, como las de otros centros de producción del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música (INAEM), surge de un proceso de selección al que han concurrido diferentes candidaturas, de las que fueron seleccionadas, en este caso, catorce. El Consejo Artístico del Teatro evaluó cada proyecto de dirección y se entrevistó con los potenciales directores, nueve hombres y cinco mujeres, y finalmente decidió apostar por el de Caballero, cuyo nombramiento aprobó el director general del INAEM, Félix Palomero. Ayer, flanqueada por este último y por Caballero, la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, anunció el nombramiento. Felicitó «expresa y calurosamente a Gerardo Vera» por sus ocho años al frente del CDN –el aún director del centro, «que está ensayando», no acudió a la cita, convocada esa misma mañana para evitar filtraciones– y explicó que el CDN «refuerza una apuesta muy importante por la dramaturgia española y también impulsa a la nueva creación».

Caballero dio varias pistas sobre cómo será su gestión, resumidas en una: «Un centro desde el que se recupere, difunda y aliente la creación escénica española, especialmente la escritura dramática, que está viviendo un momento de gran pujanza». El autor aseguró que durante su mandato no llevará a escena sus propios textos: «Sólo habrá un autor español perjudicado, yo», bromeó. Sí que dirigirá, aunque tan sólo un espectáculo por temporada. Y piensa abandonar el resto de obligaciones paralelas durante este tiempo: aparcará su compañía Teatro el Cruce y no se presentará candidato, como estaba previsto, para la Junta Directiva de la SGAE en enero.
 
Tras la rueda de prensa, Caballero se extendió sobre las prioridades de su proyecto: «Se trata de desarrollar una labor que recoja, difunda y aliente la creación escénica española contemporánea, con especial énfasis en la escritura dramática, de cara a finalizar o consolidar un proyecto de teatro nacional que es una vieja querencia que parte ya de principios de siglo XX y que recogieron gentes muy diversas como Max Aub, Cipriano Rivas Cherif, Cayetano Luca de Tena o Luis Escobar».

Concepto de nación
«Se trata de consolidar, de que sea visible, el repertorio español contemporáneo –prosiguió–. Que sea reconocible esa estela que parte de nuestros clásicos y llega al teatro contemporáneo de hoy», asegura. Tiene claro Caballero que en España «tenemos que tener un Museo del Prado y un Reina Sofía», un símil válido para nuestra escena: «La sociedad debe cuidar a sus clásicos y alentar y potenciar la creación autóctona». Cree que vivimos en un momento de «pujanza y esplendor de la escritura teatral», con casi cinco generaciones de autores entrelazadas. Contará así con un grupo de expertos, una especie de consejo asesor o lector.

Optimizar recursos
«Los anteriores directores han puesto las bases para esto», aclara con prudencia –suele ser, quienes le conocen lo saben, un tipo prudente, enemigo de grandes titulares–, pero señala que «es necesario tener un espacio conceptual, físico y artístico para el teatro español contemporáneo». Sin olvidar que en los ocho años de Gerardo Vera han pasado por el CDN desde Lorca y Valle-Inclán a Juan Mayorga, Angélica Liddell, Rodrigo García, José Ramón Fernández, Alfredo Sanzol, Juan Cavestany, Ignacio García-May y José Manuel Mora, entre otros, incluyendo de refilón a la generación de Francisco Nieva y Alfonso Sastre, no han faltado voces que creen que ha sido insuficiente y se ha reclamado en más de una ocasión mayor presencia de autoría española en el potencial que ofrecen las cuatro salas del CDN (dos en el Teatro María Guerrero y otras dos en el Valle-Inclán).

Para el CDN, que conoce bien –ha trabajado en todas las salas excepto en la Francisco Nieva–, tiene palabras de elogio: «Los equipos son formidables, con eso me quedo muy tranquilo». Aunque sabe que «programar cuatro espacios es complicado y de todos es sabido que no estamos en un momento de presupuestos holgados, sino lo contrario: voy a tener que optimizar los recursos». Y hacerlo sin que el CDN deje de ser «un abastecedor de propuestas artísticas». Por ejemplo: «Escritos en la escena», un nuevo apartado en el que dará voz a autores, o el ciclo «Otra mirada al mundo», creado por Gerardo Vera, que invita a grandes compañías y directores extranjeros y que Caballero asegura que respetará. Es más: pretende lograr que tenga un reflejo en otros países, para que las producciones del CDN viajen a ciclos similares. Parece un exceso de optimismo, dado que le tocará, con toda probabilidad, lidiar con un presupuesto aún menor que el actual, ya reducido en los últimos años. Aunque, como bromea el director, «suelo decir que no vengo del teatro "off"sino del teatro "¡uf!". Sé lo que es trabajar con pocos recursos y lo que se puede hacer con muy poco».

Quizá la solución es «romper los viejos recelos entre iniciativa privada y pública. No tienen que darse la espalda sino trazar puentes de colaboración». Cuando se le hace notar que esos recelos ya no existen en los centros públicos, cuyas programaciones están plagadas de coproduciones con compañías privadas, matiza: «Ahora ya sí, pero por necesidades del guión. En mi caso forma parte de un convencimiento».

Pese a las dificultades económicas, cree que «la difusión de nuestra cultura en el exterior tiene que ser una prioridad». Hay mucho camino por delante, dice, «y voy a hacer todo lo posible, tanto en la presencia de producciones en el extranjero como en departamentos de hispánicas en otros países, en el Instituto Cervantes y otra serie de actividades». Claro que, antes de plantearse viajar al extranjero, tendrá que solucionar el escaso peso del término «Nacional» en el nombre del CDN, un centro que apenas viaja fuera de Madrid y Barcelona. Ahí se encontrará, como otros directores, con las dificultades, laborales y sindicales, de mover a equipos humanos amplios.

Viajar con el CDN
«Eso hay que evitarlo. Una cosa es la cuestión laboral de los equipos técnicos. En ese caso, la línea de coproducciones abre muchas posibilidades. Otra cosa es el convencimiento de que un Teatro Nacional lo es de toda España. Por eso, en mi proyecto, en las lógicas proporciones, asumo el teatro escrito en otras lenguas como propio». Por último, Caballero señala su compromiso con «el mundo de la Academia, universitario, tiene que acompañar todo este proyecto, con campañas escolares en todos los niveles del sistema educativo». Y emplea la expresión «pedagogía social».


Científicos y tortugas
Polifacético y de preocupaciones diversas, Ernesto Caballero (Madrid, 1957) es un viejo conocido del aficionado teatral. Ha escrito textos como «Squash», «Auto», «Un busto al cuerpo», «Te quiero... muñeca» y «En la roca», algunos de los cuales ha montado con su compañía, Teatro el Cruce. Pero también ha dirigido obras de otros autores, algunos para el CDN, como «Las visitas deberían estar prohibidas por el código penal» y «La colmena científica o el café de Negrín» (en la imagen), y para la CNTC, como el divertido «Sainetes». Entre sus montajes se encuentran «Presas», «La tortuga de Darwin», «La fiesta de los jueces» y «Santo».


El cargo que faltaba
Con Caballero, el INAEM completa, a menos de un mes de las elecciones generales, la renovación de sus principales centros de producción, al margen de la Orquesta Nacional, un proceso que ideó Juan Carlos Marset y que ha llevado a cabo Félix Palomero. El primero en caer –y el que más ruido hizo– fue Nacho Duato: José Carlos Martínez fue presentado como su sucesor en la Compañía Nacional de Danza en diciembre de 2010. El 11 de abril se presentó a Antonio Najarro, sustituto de José Antonio en el Ballet Nacional de España, y sólo dos días después a Helena Pimenta, que sucedió a Eduardo Vasco al frente de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. El 5 de julio le tocó a Paolo Pinamonti, nuevo director del Teatro de La Zarzuela tras Luis Olmos. Todos están ya en sus cargos, excepto Caballero.