Crisis del PSOE
Sálvese quien pueda
El nuevo Gobierno de Zapatero tiene en su diseño algunos mensajes cifrados que orientan sobre lo que va a ser el final de la Legislatura. Para empezar, es evidente que el presidente ha terminado cediendo. Él, que estaba empeñado en acabar la Legislatura, es consciente de que ya es algo que se le escapa de las manos; y por lo tanto, aunque no renuncia a ello reconoce implícitamente que al final lo que diga Rubalcaba va a ser decisivo, sin perder de vista que la situación de la crisis económica también se va a convertir en un factor que va a marcar los tiempos electorales.
Zapatero, de todas formas no tira la toalla. Nombrar a José Blanco, portavoz del Gobierno, es al menos un mensaje de que en Moncloa, por el momento, sigue mandando el presidente. Zapatero sabe que, desde ya, el poder está en la calle Ferraz con Rubalcaba al frente; pero no está dispuesto a que Moncloa se convierta en un palacio de fantasmas. No quiere que este Gobierno se convierta en un fantasma.
Visto lo visto; este Ejecutivo está preparado para cerrar el chiringuito lo más dignamente posible. Zapatero sabe que desde este momento los palos se los va a llevar él; mientras que las flores se las va a quedar Rubalcaba. Aunque el presidente está de vuelta; es muy consciente de que la política da muchas vueltas y lo que ahora son honores para el candidato, en cuestión de días y de horas se pueden convertir en disgustos y desgaste para el mismo personaje.
Este Gobierno huele a final de legislatura, eso es evidente. Pero por encima de todo, lo que transmite es que los socialistas viven una división interna de grandísimas dimensiones. Lo intentan tapar, buscan encubrirlo a la desesperada, pero es imposible. El abrazo del pasado sábado entre Zapatero y Rubalcaba después del «antes y después» del candidato es la viva imagen del PSOE: los cuchillos y las zancadillas están en el orden del día.
Las cartas están ya encima de la mesa. Rubalcaba ya es candidato a secas; Zapatero se queda solo en La Moncloa; la crisis de Gobierno ha sido ejecutada. Ahora ya está con nosotros la más cruda de las bicefalias. Mala relación entre el presidente y el candidato; programas diferentes; abismo entre la Presidencia del Gobierno y la calle Ferraz; equipos enfrentados; Zapatero se quiere ir dignamente y Rubalcaba quiere parar el golpe de la mejor manera posible. A esto se le llama bicefalia, pero en el fondo es un calificativo bondadoso. Es la guerra sin cuartel abierta en el interior del PSOE. Es un ¡sálvese quién pueda! que deparará resultados demoledores para los socialistas. Desde hoy la fecha de las elecciones sólo tiene un termómetro: las encuestas electorales diarias. Si recuperan se retrasarán, si se hunden se adelantarán. Todo demasiado complicado, todo excesivamente artificial. Todo demasiado egoísta para ganar con ocho años de desgaste. La guerra interna es brutal y promete ser cruenta.
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