Feria de Bilbao

Tizona de oro de Fandiño que corta una oreja en la Goyesca

Dos estocadones. Marcando los tiempos. Muleta abajo, brazo adelantado y volcándose en el morrillo del toro. El acero enterrado. Hasta la yema. En los rubios. Herido de muerte el tercero. Rodó sin puntilla. Más tardó en caer el sexto, que se tragó la muerte.

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Certero estuvo Iván Fandiño con el descabello para cercenar la vida del último Carriquiri. Afloraron los pañuelos y cayó la oreja. En el límite la concesión, pero sin chirriar tanto como otras tantas concedidas. Minutos antes había estado firme en la faena a un sexto, escurrido de carnes, pero muy ofensivo por delante. Lanzó la moneda brindando al público el torero vasco y salió cara.

Muy firme, excelente de colocación y buscando las vueltas a su adversario en una labor a más. Cierto es que se echó en falta algo más de distancia ante el burel, bastito en la embestida que acometía con todo y sin apenas descolgar. Pero, Fandiño demostró ganas y disposición que, en estos tiempos y, sobre todo, ante estas divisas, es muy de agradecer. Se la dejó siempre puesta y a base de tesón le arañó lo que tenía. El cañón de acero hizo el resto. Sensacional tizona. 

Idéntico manejo con el estoque ya le había servido para saludar a la muerte del tercero. En una faena sin pena ni gloria, sin casta el colorao, sin trofeos que ganar. Se tiró Fandiño con verdad, sincero, y salió en volandas incluso de la suerte. Trastabillado, la cornada marcada a la altura de la rodilla. Se libró por milímetros.

El legendario hierro de Carriquiri envió un encierro de dispar presentación y distinto tipo, cada uno parecía de una sangre distinta. Muy propio de su mezcla de sangres. Sorteó el mejor de la tarde Fernando Robleño en el segundo. Muy noble. De dulce tomó los engaños por el pitón izquierdo, también se los tragaba por el derecho. El de San Fernando trazó buenos muletazos en redondo y alguno al natural, pero le faltó la ligazón tan vital en Las Ventas. Perder menos pasos.

Confiarse y creerselo con el toro. Lo terminó ahogando, pese a ello, saludó una ovación. Menos rotundo saltó el quinto, que recibió una mala lidia. En el último tercio, Robleño estuvo en Robleño. Fajador. Acortó las distancias, se metió entre los pitones. Soberano arrimón, escaso toreo. Desistió a la primera colada. Para El Fundi cualquier tiempo pasado fue mejor. Vio claro que el pitón bueno del cuarto era el izquierdo. Pero se le fue. Fuera de cacho con el incierto berrendo que abrió plaza, su apatía quedó aún más de manifiesto al anunciarse con dos «jabatos» del escalafón.

Las Ventas (Madrid). Tradicional corrida goyesca. Se lidiaron toros de Carriquiri, desiguales de presentación y tipo. El 1º, incierto; 2º, muy noble, 4º y 5º, manejables; el 6º, encastado. Más de tres cuartos de entrada. El Fundi, de champán y negro, dos pinchazos, pinchazo hondo, aviso, descabello (silencio); estocada (silencio). Fernando Robleño, de grosella y negro, pinchazo, aviso, estocada (ovación); pinchazo pescuecero, pinchazo, aviso, estocada caída (palmas). Iván Fandiño, de blanco y negro, gran estocada (ovación); gran estocada, descabello (oreja).