Moda
Cayetana Alba maniquí de Custo Barcelona por Jesús MARIÑAS
Era de esperar aunque suene a guasa: el reenamoramiento de la duquesa de Alba, cieguita perdida por ese Alfonso Díez, que está impecable cuando recurre al taje completo y desecha prendas informales o sport –su imagen más difundida–, acentuó su femineidad y hasta rejuveneció su amplio, surtidoy multicolor guardarropa. Si hasta «casi ná» solía renovarlo en frecuentes estancias venecianas que ya pasaron a la historia –quizá para no recordar los buenos e irrecuperables tiempos con Jesús Aguirre y su dandismo de otro tiempo, movía el abanico mejor que Pastora Imperio–. «Vanity Fair» incluye a Cayetana en una lista de elegantes incomparables. Me deja perplejo y no sé si va de cachondeo soterrado o acaso sólo se trata de subrayar a los más pintorescos en eso del atavío. Me inclino por esta última opción al ver que la relación incluye a Javier Bardem, Lady Gaga y el mismísimo John Galiano, ese medio español que mantiene viva, aunque mudando de estilo, la casa Dior. Cada desfile de Alta Costura resulta sensacional ahora que esa industria del arte recubridor quedó sin firmas tras la retirada forzosa de Valentino y Lacroix.
Ver a Cayetana entre «las más», restándole méritos a su íntima Nati Abascal, es para no creer. Parece chiste o burla. Quizá con esta proclamación tan sólo distingan la originalidad, el colorido, la mimada entonación de medias, bolsito limosnero y traje. Su último reportaje parece uno de los desfiles que Custo Barcelona monta en el Bryan Park neoyorquino cuando la ya inminente Fashion Week. Este año el catalán deslumbrará el próximo 12 de septiembre, justo días después de inaugurar tienda en Isla Margarita. ¿Cayetana clienta de Custo? Más que eso, auténtica adicta a su vistosidad que combina hábilmente y con gracia única usando diseños que van de 60 a 100 euros. Ésa siempre se queja de ir corta de «money», otra cosa es el patrimonio. Cuando la veo no dejo de preguntarme si se le ocurrirán a ella semejantes contrastes de vestimenta siempre rematadas con medias de malla grande que así disimulan sin esconder los destrozos que sus más de ochenta han dejado de imparable señal.
Su cabeza funciona, tiene lucidez admirable y lo demuestra adquiriendo y seleccionando estos trajes –entre hippys, morunos o de Missoni–, sobre todo en sus últimos trabajos para el «Hola», imparable pese a la muerte de su consagrador Eduardo Sánchez-Junco, a quien nunca olvidaremos.
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