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La coneja por Cristina L Schlichting
Que una diputada pregunte en el Parlamento por la «salud reproductiva de la mujer» y pretenda que le contesten sobre el aborto es una aberración. ¿Cómo puede el aborto formar parte de la salud de nadie? Del feto no, desde luego. Y de la madre, no les cuento. El lenguaje puede llegar a derivar en jerga cuando se usa de forma ideológica.
Que Ruiz-Gallardón decidiese responder por fin refiriéndose a los derechos maternales de la mujer ha sido un alivio, al menos para la inteligencia. ¡Y menudo escándalo han montado ciertas feministas! «Arjjjjj…..maternidad….grrrrrrr». Las hay que, cuando oyen algo de bebés, se ponen como la niña del exorcista. Pero el ministro tenía razón. Por fin alguien que reconoce que quedarse embarazada está penado en el mundo laboral español. ¡Y que tenga que ser un hombre, señoras míaaaaaaas! No me canso de denunciar lo difícil que ha sido, como mujer y madre, entenderse con las ministras de Zapatero. Porque ninguna de las grandes proabortistas había parido. Ni Bibiana Aído, ni Trinidad Jiménez, ni Leire Pajín, ni María Teresa Fernández de la Vega. ¿Cómo pedirles sensibilidad? Ninguna sabe lo que es experimentar la presión del entorno ni la persecución en el trabajo. ¿Saben lo que se escribió de mí en el tablero de anuncios de la redacción cuando «se me ocurrió» tener tres hijos en tres años? Pues: «Cristina, la coneja». Menos mal que alguien empieza a hablar de «eso» que nos pasa a las mujeres y que no es la regla.
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