Ceuta
Destino errado por José Muñoz Clares
S omos en mi familia nueve hermanos, cuatro chicas y cinco varones, todos funcionarios y siete docentes. Excuso decir que ninguno se ha hecho rico pero quiso el destino que a mi hermana mayor, hoy recién jubilada, le tocaran las quinielas estando destinada en Ceuta; no una gran cantidad pero suficiente para comprarse una finca antes de la burbuja. Luego le tocaron los ciegos al segundo, una cantidad bastante mayor, lo que me convenció de que siendo yo el tercero me tenía que tocar pronto, pese a las protestas de mi hermana Pilar, que va detrás de mí y objeta que el destino no sigue normas así que le va a tocar a ella. Ahora que me he ido a vivir al noroeste de la comunidad me llama una amiga, que sabe que juego al gordo de la primitiva, para preguntarme si era yo el afortunado al que le han tocado en Mula once millones del gordo del pasado domingo. No, le he dicho, ¿Crees que si me hubieran tocado esos millones te habría cogido el teléfono? Estaría ya en las Bahamas. Se lo he dicho para despistar. Si me tocara una cantidad así de dinero no se enteraría ni mi camisa. Lo negaría hasta la muerte, como manda la primera norma del buen infiel, que hace más un burro negando que Aristóteles probando según me enseñó mi querido amigo A. Llanes. Y seguiría mi vida, sin cambiar ni de coche, hasta que lo tuviera todo resuelto. Un día desaparecería definitivamente, sin dejar apenas rastro, y mucho me temo que volverían a tener noticias mías cuando alguna embajada remota informara a las autoridades de un cadáver que pudiera ser el mío. Aprovecho, por tanto, para despedirme de ustedes. De momento se ha interpuesto un señor de Mula pero el próximo bote es mío. Y ya saben: me perderé sin decir ni adiós.
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