Francia
Francia y olé
Francia ha salvado la dignidad de una de nuestras más hondas tradiciones al declarar Patrimonio Cultural las corridas de toros.
Dice el cantar popular: «Varen sortir sis toros. / Tots sis van ser dolents / i aixó va ser la causa / de cremar els convents». Y se originó la terrible quema de conventos de 1835. A consecuencia de ello, se clausuró la plaza de Barcelona durante quince años. Podríamos florear los versos con la «Tocata de bous», que suena en Albocàsser (Castellón), como toque de salida y pasacalles para amenizar al público en corridas y capeas. Y es que en Catalunya, como en todo el Mediterráneo el toro va indisolublemente unido a su cultura.
Los toros han sufrido más de una prohibición. La primera es la llamada prohibión pontificia, declarada en el siglo XVI por la Inquisición, que consideraba antirreligioso el toreo en plaza. Después Fernando VI. Luis Bonaparte, las permite de 1804 a 1808. Con la vuelta de los Borbones, aunque se mantiene la prohibición, ni ésta se respeta por el pueblo ni la monarquía castiga su celebración. Ahora ha llegado la tercera prohibición de mano de los diputados pronacionalistas y postcomunistas (también algunos socialistas), que decidieron proscribirlas en todo el territorio catalán. El capricho puede costar 300 millones de euros de indemnización, una muestra más de la austeridad con que algunos parlamentarios afrontan la crisis.
¡Gracias, Francia!
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