Lorca

OPINIÓN: LORCA

La Razón
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Diego vive en Lorca. Compró hace poco una casa por la que se hipotecó en 180.000 euros; ahora hay que derribarla porque está arruinada; dado el valor actual de la misma le van a dar 72.000 euros de indemnización, que él deberá entregar al banco y seguir debiéndole más de cien mil euros pues el banco no renuncia a cobrar la hipoteca cualquiera haya sido la suerte de la vivienda. Así que Diego y su familia no tienen dónde vivir, no van a cobrar ni un duro de indemnización por la pérdida y, además, van a seguir obligados frente al banco hasta que paguen el total de lo que deben. A Diego el terremoto le ha echado abajo el presente y también el futuro porque el decreto de ayudas a Lorca es la nada envuelta en papel de regalo. Y, además, una parte de las ayudas depende de una Comunidad Autónoma que tiene aplazado el pago de impuestos por falta de liquidez.
Fátima es inmigrante, tiene dos hijos y está embarazada. Su marido no ha podido acudir al trabajo en los últimos días porque su casa está afectada y ha tenido que cuidar de su familia. Siguen sin tener dónde meterse y el jefe amenaza con despedir a quien no se reincorpore el lunes (por ayer); pero Fátima y su marido no tienen ni dónde ni con quién dejar a los pequeños mientras se echan al mundo a buscarse la vida. Así que están en riesgo de perder lo poco que les ha quedado, pese a la complacida forma en que los distintos niveles políticos han cacareado a los cuatro vientos que no abandonarán a los lorquinos. Una vez más, las presencias de postín no son más que el preludio de lo inevitable: todos parecen preparados para olvidarse de Lorca y de los lorquinos una vez que dejen de ser noticia porque no haya nadie a quien enterrar.