Alimentación
Innovando en alimentación
Nuestra salud no sólo está condicionada por nuestra alimentación, sino también por nuestro estilo de vida. La concepción «alimentos buenos vs. alimentos malos», afortunadamente, pierde adeptos. Sin embargo, no son pocos los alimentos básicos y de acreditado historial de seguridad que cada día hay que defender frente a los mitos más diversos. Una conducta generalizada ha sido tratar de «exculpar» a esos alimentos cuestionados revistiéndolos de atributos de funcionalidad y propiedades saludables añadidas. Cabe preguntarse si tratar de reponer su prestigio por esa única vía no estará eclipsando el entendimiento de lo esencial: la aptitud nutricional de los alimentos per se. Hemos de responder a las necesidades reales del consumidor, desde la seguridad alimentaria, hasta las soluciones y rasgos diferenciales (entre ellos, la adecuación nutricional) por los que pretendemos que elija nuestro producto. Y quizá toca explicarle que hay alimentos que, sin más, ya pueden considerarse productos de excelencia en términos nutricionales. Es importante no confundir lo que el consumidor precisa de verdad, con artificios prescindibles. Hay que dirigir la innovación hacia aquello que verdaderamente aporte un valor objetivo, percibido como tal. La sociedad tiene que saber que la I+D+i no es un recurso restringido al diseño de alimentos más complejos y más caros. La innovación ha de abarcar toda la cadena, desde la granja a la mesa: la producción primaria, los procesos, los productos, su adecuación nutricional, sus formatos y presentaciones, su caducidad… todo aquello que contribuya al resultado más seguro, saludable, útil y bien aceptado, de la máxima calidad y al menor precio posible. Apostemos por este enfoque transversal de la innovación.
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