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Nueva York

Diario de un hombre lobo en Sitges: Me habré equivocado de festival

Debe de ser por la caraja matutina, el sueño que se resiste a alejarse de las sábanas calentitas, ya saben, ese estupor neblinoso que te invade cuando no acabas de estar del todo espabilado tras un despertar temprano y un desayuno a toda prisa.

El director Christian Molina (i), junto a los actores Fergus Riordan (2i), Ben Temple (2d) y Valeria Marini, posa para la prensa gráfica durante la presentación de su película "I want to be a soldier"
El director Christian Molina (i), junto a los actores Fergus Riordan (2i), Ben Temple (2d) y Valeria Marini, posa para la prensa gráfica durante la presentación de su película "I want to be a soldier"larazon

Lo cierto es que, una hora después de comenzada la primera proyección de la jornada, "Twelve", no estoy seguro de entender lo de "fantàstic"que enarbola en su nombre el festival y me invade un temor: ¿sigo en Sitges? ¿Me habrán secuestrado durante la noche y trasladado a otra localidad con un festival de cine social, realista o indie? El drama programado -¡ah, suprema crueldad del programador, sea quien sea!- a las 8:30 de la mañana, tiene niñatos superpijos de Nueva York, camellos melancólicos y drogas de diseño.

El cóctel acaba en una previsible tragedia, todo muy melodramático, con una voz que nos persigue desde las primeras líneas del guión sin que podamos librarnos de ella. Como sigo medio dormido, hasta que no llega el final, cuando estiro las piernas con los títulos de crédito, no recuerdo que lleva la firma de Joel Schumacher. Todo encaja. ¿Qué fue de aquel director fresco y juvenil que nos hizo reír con sus vampiros en "Jóvenes ocultos"? Se ha puesto trascendente en un retrato social que ya hizo, bastante bien, Roger Avery en la muy digna y efímera "Las reglas del juego". En fin, Joel, podía haber sido peor.

 

Pero sigo preocupado. Avanza la mañana y mi incertidumbre se acrecienta. Como esos personajes de película desubicados que sienten que un complot se cierne sobre ellos o que están siendo observados. Los carteles, los signos, todo parece indicar que sí, que sigo en Sitges, pero en la segunda película de la jornada tampoco hay vampiros, zombies, marcianos, fantasmas, poltergeists, asesinos en serie ni criaturas monstruosas. Ni siquiera un bichejo o un sustillo para irlo llevando.

Algunos disparos, eso sí. Mafiosos yugoslavos, mafiosos árabes y un niño pobre que se hace pasar por niño bien, una suerte de Ripley al que le va la noche y las rubias con dinero que quiere medrar y no se le ocurre otra cosa para lograrlo que meterse en trapicheos de drogas con los verdaderos chicos malos. No, si la cosa, que se titula "Easy Money"y viene de Suecia, tiene esa estupenda factura, sin muchas tonterías y con buenas interpretaciones, que la gente del norte suele ofrecer. Pero yo sigo despistado. O Sitges se ha pasado al realismo sucio a la europea, o me he colado sin querer en Valladolid.

 

Por tercera vez en la mañana se apagan las luces. Mi desconcierto es ya brutal: llevo una hora viendo la germano-ucraniana "My joy", de Sergei Loznitsa, que encima concursa en la Sección Oficial, y lo más fantástico que ha sucedido es que la proyección ha comenzado puntual. Lo demás, un camionero que va y viene por media Rusia (o Ucrania, no estoy seguro) con cara de buena gente, cruzándose con mucha miseria y paisajes humanos grisáceos: mercados de rostros hostiles, jóvenes prostitutas y campesinos violentos que le quieren robar. Como retrato social de lo que dejó tras de sí el comunismo no está mal. Pero la cosa ya es preocupante. Miro a mi alrededor y juraría que empiezo a ver gafas de pasta surgir en los rostros de quienes me rodean, allí donde antes había camisetas de "La matanza de Texas"y "Galáctica". Eso sí, ésta la llevas a Berlín y a lo peor cae algo en el palmarés...

 

A punto de lanzar un aullido de desesperación, aparece por la tarde "La posesión de Emma Evans". Mañana les hablo de ella, que ésta sí que es de exorcismos. Y española. Y además no está nada mal. Pero lo mejor es que puedo alejar los pensamientos sombríos de mi mente, hecha un lío durante toda la jornada: no he enloquecido ni me han cambiado de festival. Aunque a menudo no lo parezca, sigo en Sitges.