Una pequeña llamita

Puede despertar simpatía su aspecto de película casera, de esforzado cuento infantil armado con palillos, de frágil castillo de naipes a punto de derrumbarse. Pero hay que poner mucho de nuestra parte para pasar por alto su deficiente acabado, su doblaje en posproducción, la redacción escolar de una voz en «off» que no tiene la más mínima idea de cómo habla un niño... Chiarini estructura su fábula sobre el poder de la imaginación, como un diario íntimo en el que una figura mítica, ese Hombre Cerilla que bien podría haber dibujado Burton o Gorey, encarna la nostalgia de Simone por la madre perdida y la necesidad de huir de una figura paterna tan apegada a lo real que estrangula cualquier asomo de arrebato fantasioso. Se trata, pues, de explicar la historia de un niño y su sueño, o de un niño y su amigo imaginario: casi pueden verse los vínculos que unen a esta bienintencionada pero torpe obra con «Los héroes del tiempo», de Terry Gilliam, y «Donde están los monstruos», de Spike Jonze, obras maestras sobre la rebelión del mundo infantil contra la rigidez de la edad adulta. El amateurismo del filme destruye sus posibilidades creativas: las incursiones de Chiarini en la animación nos hacen pensar que la cinta habría funcionado mejor como corto animado que como largo mortecino.

lo mejor:
las fugas animadas son lo más creativo de una película bajo mínimos
lo peor:
con la cantidad de grandes títulos inéditos que no se estrenan, ¿por qué éste?