Barcelona
Fuegos fatuos por Martín PRIETO
El añorado Sabino Fernández Campo, ex jefe de la Casa del Rey, era general de Intervención, una dedicación castrense poco conocida, poblada de economistas e ingenieros, que en caso de conflicto intervienen la industria y los transportes para maximizar el esfuerzo de la guerra.
Las cúpulas de las dos grandes centrales sindicales parecen conocer eso de la Intervención que, por decreto o por apéndice nasal, resulta bastante fácil. Como estos estrategas de opereta anunciaron la huelga con meses de anticipación, las industrias acumularon «stocks» y el 29-S cerraron por prudencia. Se concentraron en bloquear los grandes núcleos de distribución de alimentos como Mercamadrid y Mercabarna. En los suburbanos hubo más policías que piqueteros y el sindicato de conductores del Metro no secundó la algarabía, así es que se cebaron con los autobuses regando las cocheras de la EMT con patatas con púas para pinchar los neumáticos. Hace falta un poco más para dar la sensación que un país se ha paralizado, pero en el aeropuerto de Barajas volaron más aviones que los previstos en los mínimos. Como estos sindicatos siguen siendo de clase, sólo se ocupan en molestar a los obreros.
Es en Barcelona donde han cometido el error de permitir que se les sumen a sus filas okupas y antisistemas, abriéndole sitio al vandalismo. La coacción y el amedrentamiento han sido la norma de los piquetes informativos, de la obsolencia ya empiezan a avergonzarse, porque un líder sindical nos ha ilustrado diciéndonos que son «piquetes convencitivos», adjetivo que no existe en español. Azorín recibía jóvenes preguntando que debían leer para ser escritores, y siempre les contestaba: «El diccionario». Pues eso. Los grandes amadores, no sé si con humor o cinismo, estipulan que «violencia, ni en la cama», y en Portugal, Irlanda, Grecia, Polonia, Letonia y en el eurobarrio de Bruselas han coincidido manifestaciones contra los recortes sociales sin la agresividad y el rencor social que exudan UGT y CCOO, primos hermanos del actual Gobierno de las tardías tijeras.
La guerra de cifras sobre el seguimiento de la huelga son absurdas, con horquillas que se separan hasta en un 60%. Méndez no sé si frecuenta restaurantes de cinco tenedores, ni importa si le convidan, pero asegura que los nueve kilómetros y medio que lo separan desde su domicilio de la sede de UGT los hace andando cada día y en una hora, lo que es metafísicamente imposible, a menos que los haga en patines. El trostkista Toxo puede gastar su dinero en la horterada de un crucero de lujo, pero su comportamiento es bastante mejorable. Ambos han estado poco exultantes anunciando el éxito sin precedente de su huelga a palos, pero el consumo de electricidad es inexorable. De las 9 huelgas generales desde 1997, ésta ha sido la que menos lo ha derrumbado, sólo un 10% menos que la de 2002 contra Aznar. A Zapatero sólo le gana en falta de megavatios Felipe González.
La huelga general es un revólver con una sola bala y lleva tiempo recargarlo. No se pueden repetir cada mes. Tras disparar su carabina Ambrosio, Méndez y Toxo deben volver a Moncloa con las orejas gachas. Zapatero es como esos gallegos que no se sabe si suben o bajan, pero que retire la Ley de Relaciones Laborales es imposible, aunque en política abundan los milagros laicos. Les queda pelear la Reforma de las Pensiones, pero con la boca chica, no sólo porque ya han gastado su arma en salvas perjudicando económicamente a la nación, sino porque fueron compañeros de viaje con este Gobierno que inició negando la crisis, mintiendo en las pasadas elecciones generales y que sólo bajo presión internacional accedió a recortes presupuestarios. Méndez fue el consejero de éste ígnaro presidente. Estos sindicatos pueden hacer de la necesidad virtud dejando de ser correa de trasmisión del socialismo: renunciando a parte de sus abultadas subvenciones estatales, ajustando la legión de liberados sindicales a lo que marca la ley, dejando de ampararse en un decreto de 1977–preconstitucional– aceptando una ley de huelga y abominando de los piquetes que son el perro del hortelano. Pero así no será.
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