Historia

Ceuta

«Marchaverdismo»

La Razón
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Llamativa sin duda la sorprendente visita hace unos días del ex presidente José María Aznar a Melilla para estrechar a nuestros compatriotas de allí sus vigoréxicas manos cual si hubieran sido esculpidas por Miguel Ángel. Pero más allá de lo acertado o inoportuno de este amago africanista, innato en parte de la derecha española, lo verdaderamente preocupante es la creciente tentación al «marchaverdismo» que vuelve a renacer en Marruecos treinta años después. No nos engañemos. La geografía supone el envés de la Historia y esa amenaza transcontinental pesará siempre sobre las dos ciudades autónomas. Frente a ello se precisa la combinación de un hábil binomio de firmeza y diplomacia no siempre bien definido y menos aún suficientemente apreciado por la población de ambas plazas. Pero ahí siguen Ceuta y Melilla varios siglos después de su incorporación a nuestra Corona, con una españolidad de la que aquí nadie discute aunque tampoco saquemos pecho por ella. El problema es que ahora la intuición nos lleva a temer una nueva frontera con la que un Marruecos cada vez más despierto sueña algún día ensanchar sus límites. Más grave aún: cuando alguien aspira a adquirir la propiedad de un vecino es que sabe más o menos secretamente de sus carencias. En realidad África, con el Estrecho de por medio como espejo deformante, ha sido siempre lente de aumento de las debilidades patrias. Lo fue en los años veinte, en los cincuenta, en 1975 y ahora toca interpretar los signos de este tiempo. Con una España que ha dejado de ser mimada por la Unión Europea y unos Estados Unidos que parecen contemplarnos sólo como destino turístico «Marruecos está preparado». Al menos ese mensaje bien que se encarga de repetirlo su sugerente publicidad institucional. Preparémonos nosotros para cualquier cosa, incluso para este viaje de Aznar a montañas y desiertos no tan lejanos.