Diego en el mejor escaparate

 Ha ganado ligas en Brasil y Portugal, copas en Alemania, tiene un palmarés envidiable y unas condiciones innatas para la práctica del fútbol que convierten a Diego en uno de esos jugadores diferentes, capaces de levantar un estadio en una acción individual. Sin embargo, en Italia no triunfó –la Juve era un equipo complicado cuando él estuvo- y en el Wolsburgo la mala relación con el entrenador precipitó su llegada al Atlético, que desde tiempo inmemorial le tenía entre sus elegidos.

Lo quiso Schuster para el Real Madrid cuando Mijatovic era director deportivo de Ramón Calderón y el pasado verano aterrizó en Madrid para jugar con los rojiblancos en calidad de cedido.
Diego Ribas llega hoy al mejor escaparate para demostrar que el fútbol no tiene secretos para él.

Porque el brasileño sabe filtrar el último pase, lanzar faltas con una maestría inusual y combinar con sus compañeros en el centro del campo. Virtudes que nadie le discute, pero que explota menos de lo que debiera. Su gran intermitencia es el defecto que Manzano, que le ha dado galones de mando, trata de pulir. Debe asumir que de sus botas y de su cerebro gira el juego del Atlético porque Arda, lo mismo que Reyes, es un verso suelto, mientras que Gabi y Mario Suárez han nacido para otras funciones.

Cuando Diego aparece y mezcla con sus compañeros el juego del Atlético es más fluido, tiene la precisión necesaria para llegar al área rival con peligro. Hoy, lo anuncia el técnico, a lo mejor no entra tanto en contacto con la pelota, pero cuando lo haga será el encargado de lanzar el contragolpe. Además, sabe poner la pausa cuando el rival aprieta ya que no le quema el balón. Está ante uno de sus grandes retos en el mejor escenario posible.