Asturias
Santiago alma de Europa aguarda a Benedicto XVI
Cuesta ver una nube. Toca guardar el chubasquero. Y el jersey. Santiago vive la jornada previa a la llegada de Benedicto XVI con una aparente normalidad: junto a la iglesia de San Francisco los alumnos de la facultad de Medicina y las dependientas de las pastelerías ofrecen, como de costumbre, catas gratuitas de la tarta del Apóstol. Pero cien metros después, la cosa cambia.
Junto a la puerta de la Azabachería se arremolinan los peregrinos porque la zona se ha acordonado. Llega un coche oficial rodeado de policías. ¿Será Letizia? ¿Algún cardenal? El blindado está vacío. Se trata de un simulacro, con el soniquete del helicóptero incluido, para comprobar que todas las medidas de seguridad funcionan a la perfección cuando llegue el Papamóvil.
Por la tarde, el ensayo se traslada a la Plaza del Obradoiro, donde el altar anuncia que la visita del Santo Padre es inminente. Los crisantemos violetas se arremolinan en la rampa, los técnicos ajustan el foco del pedestal de la Virgen del Carmen y los monaguillos ensayan la procesión de entrada de la Eucaristía que presidirá el Papa a las cuatro y media. «Algo de nervios hay, aunque sabemos nuestro papel», comenta David, de 12 años. «Ahora se trata de calcular distancias para que no haya tiempos muertos durante la misa», comenta Elisardo Temperán, canónigo de la catedral, que desvela que a las doce y media de la mañana tendrá lugar el ensayo general a las órdenes de Piero Marini, ceremoniero del Vaticano, que irá directo desde el aeropuerto. «Santiago se convertirá en el alma de Europa y capital de la cristiandad. No en vano, el dicho latino reza que donde está Pedro está la Iglesia», subraya Temperán, sabedor de que hoy Benedicto XVI reflexionará en la homilía sobre la necesidad de recuperar las raíces cristianas que nacieron en el Camino de Santiago. Y lo hará ante unas 7.000 personas que abarrotarán la plaza en unas sillas que ayer se apilaban junto al Hostal de los Reyes Católicos, donde almorzarán los Príncipes de Asturias y que acoge a clientes llegados de todos los puntos del país, Brasil, México y Argentina, que viajan ex profeso para encontrarse con el Papa. Todo parece estar más que controlado para acoger a más de 200.000 personas. En el interior de la catedral ayer se vivió una mañana ajetreada. Como cualquier otro día del Año Santo, la misa de doce del peregrino llenó el templo.
La ciudad no duerme
En el altar, José Manuel Lorca Planes, el obispo de Cartagena, el último en celebrar una eucaristía antes de que hoy al mediodía la visite el sucesor de Pedro. «No se me iba de la cabeza que en el mismo altar estará el Papa, es un orgullo», comenta Lorca. Eso sí, a las dos de la tarde el templo se cerró a cal y canto.
Pero el resto de la ciudad permaneció despierta entre vigilias de oración y feligreses que se apostaron en los alrededores del Obradoiro para ser los primeros en ver al Papa peregrino.
LOS VOLUNTARIOS, «SIGNO DE UNA IGLESIA QUE SE MUEVE»
Cuando hace un año y medio la destinaron a Santiago de Compostela, lo que menos se le pasaba por la cabeza a Ángeles Moreno es que iba a estar junto al Papa hoy. «Pero aquí me tienes, encantada», comenta esta cordobesa de Pozoblanco, perteneciente a la Congregación de las Hijas de Cristo Rey. Es la responsable de las finanzas y la pastoral en la residencia de las religiosas en la ciudad, y por ello está en contacto permanente con las jóvenes estudiantes de entre 18 y 23 años que viven con ella durante el curso escolar. Por eso, cuando desde el Arzobispado se le pidió que colaborara en el retén de más de 500 voluntarios que velarán hoy por la organización en el viaje del Santo Padre, no dudó en apuntarse y animar a las chicas de la residencia a que se unieran a ella. Paula, Sara y Leticia respondieron sin dudar. «Mi misión es anunciar a Jesús en el día a día, y por eso busco que con experiencias como ésta, ellas puedan tener una experiencia de Dios», comenta sin síntoma alguno de cansancio, a pesar de que las reuniones y encuentros de preparación se han sucedido en las últimas semanas. Ayer mismo por la tarde se reunieron durante varias horas para ver en qué lugar del Obradoiro se colocarían cada una para acoger a los peregrinos. «Espero ver a un Papa cercano, que nos aliente en nuestra fe y nos impulse a ser testigos del Evangelio», señala esta joven de 31 años que un día lo dejó todo para ser religiosa. «Estos viajes fortalecen mi vocación por todo lo que implican. Los voluntarios son signos de una Iglesia viva, que se mueve supone una llamada a comprometerse».
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