Mundial 2014
Dios premió a los suyos
Es tentador hacer un análisis teológico de la victoria de la selección. Dios castigó a los paraguayos por entregarse a una Betsabé lujuriosa que amenazaba con mostrar su delantera con impudicia. Castigó también a los alemanes, que en vez de encomendarse a su compatriota pontificio se engancharon en las ventosas de un pulpo pitoniso. ¡La adivinación es un pecado abominable a los ojos de Dios! Holanda podría haber ganado. Sneijder, que echó a Brasil del Mundial, se convirtió hace poco al catolicismo, y no sólo por contentar a su novia Yolanthe, sino también por el buen ejemplo de Zanetti, su compañero en el Inter de Milán. Su rosario podía contrarrestar las imágenes de la Santina de Covadonga que Villa guarda en el móvil. Pero Holanda pecó: optó por la violencia y el juego sucio. «Bienaventurados los pacíficos», dice la Biblia. ¿Y España? Llegó orgullosa a África, perdió, y cuando se humilló, Dios la levantó y le concedió el triunfo.
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