Conciertos
Anna Netrebko la otra revolución rusa
Apenas dos palabras, un nombre y un apellido que unos pronuncian bien y a otros se les atraganta. Anna Netrebko, la diva rusa que ha pasado de cero al infinito, levanta hoy el telón del 27 Festival de Música de Canarias con un concierto para el que no queda una sola entrada desde hace semanas, bastantes semanas
Ha bastado su tarjeta de presentación para poner patas arriba las islas. El terremoto Netrebko se dejará sentir en todo el territorio nacional. La soprano de escorzos sensuales y largos cabellos negros ofrece un concierto esta noche junto con su pareja, el barítono Erwin Schrott, que no le quita ojo (no en vano es su «personal trainner») y volverán a repetir ambos sobre el escenario el domingo.
Apuesta romántica
Dirigirá Valdimir Spivakov el frente de la Filarmónica Nacional Rusa con un programa en el que se escucharán piezas de Puccini, Massenet y Verdi. La expectación es enorme porque se trata del primer concierto que ofrece en España la artista, quien sólo había interpretado en el Teatro Real un papel en «Guerra y paz» de Prokofiev. Eran otros tiempos y aunque su nombre ya cobraba fuerza, la gloria le llegaría años después (Recordemos su «Traviata» en 2003). Hoy, tener a Netrebko sobre un escenario es síntoma de poder y una apuesta segura en la taquilla. La pareja de cantantes se prodiga desde hace tiempo de la mano por los escenarios de medio planeta y cuando pueden hacen coincidir sus agendas en la misma ciudad aunque se alternen en óperas diferentes. Es lo que sucedió este verano en el Festival de Salzburgo (él como Leporello en «Don Giovanni»; ella una rosada y oronda Julieta), pero las malas lenguas lo achacan a unos celos casi enfermizos por parte de la diva: «Intentamos estar casi todo el tiempo que podemos juntos. En ocasiones tomo un avión y viajo a donde están Erwin y Tiago (el hijo de ambos) aunque sea para tenerlos cerca cinco minutos». En Canarias, al menos tendrá al padre a la mano. Barítono y soprano se profesan admiración mutua: a ella le entusiasma el timbre de su musculoso marido; él se confiesa el primer seguidor de la rusa. Schrott la frena cuando la tentación por los dulces la asalta (ella desvela su afición por el helado de chocolate, Hägen Dasz para más señas, en su página web mientras sostiene a su hijo en las rodillas), aunque se excuse delante de él con la frase «mañana empiezo mi dieta». En el extremo opuesto, le gusta disparar con kaláshnikov y alguna vez ha probado los bazokas. Sabedor del tirón meditático de la estrella, Mortier ya le ha hecho un hueco en el Real. Será en 2012 con «Anna Bolena». No oculta su pasión por el belga, con quien confiesa tener «feeling», ni su amor por España, donde aún puede disfrutar de cierto anonimato y recorrer las tiendas de moda o perderse en una tasquita del centro con una copa de vino de la que sabe disfrutar tanto como de las burbujas de champán.
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