San Sebastián

El sacrilegio a La Fuencisla renueva el fervor religioso de los segovianos

El sacrilegio a La Fuencisla renueva el fervor religioso de los segovianos
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SEGOVIA- Pocos robos cometidos en Segovia han tenido tanta repercusión mediática como el ocurrido el pasado 20 de enero, festividad de San Sebastián, antiguo soldado al que se invocaba contra la peste y contra los enemigos de la religión.
Los objetos sustraídos ese viernes fueron recuperados por la Policía cuatro días después, pero el daño moral y las heridas producidas hacia los miles de devotos con que cuenta tiene la patrona de Segovia y de los pueblos de la Comunidad de Ciudad y Tierra, siguen latentes.

El propio obispo de la Diócesis, Ángel Rubio, explicó que no se trata de un simple robo, sino de una profanación. Y así lo rubricó también el delegado del Gobierno en Castilla y León, Ramiro Ruiz Medrano, que se estrenó en ese cargo en Segovia, para devolver al Obispado las piezas que habían encontrado los agentes de la Comisaría. Cuatro días después del robo, la Policía Nacional recuperó, en perfecto estado, la corona de la virgen de La Fuencisla, patrona de Segovia, y la corona y la bola del mundo del niño que porta la imagen en sus brazos.

Horas más tarde se entregó uno de los posibles implicados, aunque se declaró como encubridor del caso. Al día siguiente, la Policía detuvo a otra persona. Ambos son conocidos de la Policía por contar con antecedentes delictivos, y alguno con problemas por consumo de drogas. Esto hizo descartar la posibilidad de que el robo había sido obra de alguna mafia internacional, por lo que se encuadró el caso en otros de robos de objetos de patrimonio con gran valor histórico.

Las dos personas detenidas hasta el momento se enfrentan a penas que pueden alcanzar los cinco años de cárcel. La sustracción de las coronas está tipificada en el Código Penal como un delito de robo con fuerza. En este caso, las penas previstas llegan hasta los tres años, aunque pueden aplicarse varios agravantes, informa Ical.
Mientras, continúan las labores de restauración de los pequeños daños que pudieron ocasionarse. Y se han reforzado ya las medidas de seguridad. El obispo ha puesto en marcha algunas. El Santuario abre ahora más tarde y se ha suspendido el sistema mecánico de apertura. Por otra parte, se mantienen contactos con varias comunidades de religiosas para que alguna de ellas pueda instalarse en la Casa Rectoral con el fin de que el Santuario cuente con mayor protección.

Parece ser que el móvil del robo fue estrictamente económico. Las coronas están elaboradas con oro y adornadas con algunas piedras preciosas. Ambas, de distinto tamaño, datan de principios del siglo XVII y fueron donaciones realizadas en 1613 por los gremios de médicos, cirujanos, barberos y boticarios, la de la Virgen, y por el matrimonio formado por Antonio Paradinas y Constanza Navas, en 1603, la del Niño Jesús.

A buen recaudo
Sin embargo, una corona anterior, de mayor valor, se encuentra custodiada y protegida en un lugar que desde el Obispado no desvela. Se trata de una medida de seguridad que se aplicó cuando los robos de joyas de arte se generalizaron en los años 80 y 90 en España. Aún así, el sacrilegio cometido, ha hecho «mucho daño» a todos los segovianos, en palabras del obispo, y de numerosas autoridades segovianas, que rápidamente condenaron los hechos. Para intentar restaurar el honor y confirmar la devoción que los segovianos mantienen hacia su patrona, la Diócesis y el Ayuntamiento prevén organizar una nueva coronación, no canónica, en la Plaza Mayor. El obispo confía en concentrar a más fieles y devotos que en 1916; «será una segunda coronación», manifestó a la vez que pensó en el mes de marzo como la fecha más idónea. De este modo se rememorará el hecho que tuvo lugar entonces. La Virgen de la Fuencisla luce corona desde el año 1613, momento en el que la imagen fue trasladada a su Santuario, recién construido. Pero fue el 24 de septiembre de 1916 cuando se llevó a cabo el acto religioso. Para ese momento se realizó una suscripción pública que permitió la adquisición de una nueva y valiosa corona, que se conserva en lugar seguro.