Guatemala
Un general para el «narcoestado»
Madrid- Mientras en Nicaragua el sandinismo tenía asegurada la victoria, en la otra nación centroamericana que elegía ayer presidente, la única opción de triunfo era la conservadora. Tanto el general retirado de 60 años Otto Pérez Molina como el empresario Manuel Baldizón, de 41 años, representan opciones espejo. El primero bajo el abrigo del derechista Partido Patriota y el segundo con el respaldo del populista Partido Libertad Democrática Renovada, del que es fundador y líder supremo. Dos caras de la misma moneda hasta en sus escuderos, en este caso dos mujeres que aspiran también a la Vicepresidencia.
La herencia que deja tras de sí el socialdemócrata Álvaro Colom ha obrado el milagro. Hastiados de la criminalidad rampante en una región donde uno de cada 50 jóvenes menores de 31 años muere de forma violenta e infectados por un narcotráfico que recluta personal en todas las esferas como consecuencia de la crisis económica, los 7,3 millones de guatemaltecos parecen decididos a poner fin a esta sangría. Guatemala, con 41,4 homicidios por cada 100.000 habitantes, es el séptimo país con la tasa de homicidios más alta del mundo, según un informe que lidera Honduras.
Su índice de desarrollo humano ha caído 15 puestos, hasta el 131, el segundo más bajo de América tras Haití, y la pobreza alcanza al 51% de los 14,4 millones de habitantes, una cifra que llega al 73% en áreas indígenas. El caldo de cultivo del que se nutren las pandillas y el narco es extenso: casi el 20% de la población es analfabeta, un millón de niños menores de cinco años sufre desnutrición y se estima que un 30% del país tiene menos de un dólar al día para sobrevivir en la mayor economía de Centroamérica, con un PIB de 42.000 millones de dólares y una carga impositiva tan exigua que impide desarrollar políticas sociales. No es de extrañar que un general retirado sea el favorito para detener los 17 asesinatos diarios en el que se considera el primer «narcoestado» de Iberoamérica, donde en los últimos años proliferan como setas los rascacielos de diseño con dinero de dudosa procedencia.
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