Crisis del PSOE
Rubalcaba Poltergeist por Pedro Narváez
Que alguien como Rubalcaba provoque cierto desconsuelo no puede ser más que un síntoma de decadencia. No sé si del que habla o del que escucha. Jamás había pensado qué pena da este hombre cuya fama aborta siempre un sentimiento de compasión. En la entrevista radiofónica que ayer le hizo Pepa Bueno, despojado de la imagen, desnudo de parafernalia maquiavélica, su voz trémula de penitente nos invitaba a perdonarle como al niño que no ha hecho los deberes y han castigado de cara a la pared. O al paredón. El candidato fue ayer un espejismo, un raro espíritu que sólo el niño de «El sexto sentido» podría escudriñar, un fantasma que arrastra una cadena oxidada, como apuntan los internautas. La crisis se ha comido en Europa a todos los presidentes que han osado plantarle cara. En España, sin embargo, se ha tragado a la oposición por no hacerlo. Rubalcaba pide tiempo que es justo lo que no hay. La arena del reloj está a punto de agotarse mientras el candidato repite en su discurso económico la palabra sufrimiento, como un apéndice poético a las cifras de déficit, como si los que gobiernan, estén donde estén, disfrutaran con los desahucios y el drama de los parados que comen una vez al día. Pero los sufrientes no quieren ver películas en un neorrealista blanco y negro. El hombre deshabitado sueña con redecorar su casa cuando lo que necesita es construir una nueva. Una bonita casa simétrica junto al mar. Las antiguas soluciones no valen para los nuevos problemas. En la galaxia paralela de Rubalcaba las huelgas son fiestas obreras pero en el mundo real son ya un desfile de carnaval con más plumas y algarabía que en el orgullo gay. Hoy el PSOE es un Poltergeist y los electores no quieren comunicarse con una guija. ¡Rubalcaba, manifiéstate! Y empiezan a temblar los platos del aparador.
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