Crítica de libros
Estado de la tensión
El debate sobre el estado de la región –DER– es como el apéndice: nadie sabe bien para qué sirve pero todo el mundo tiene uno y mejor que no te lo quiten. El de este año no lo recordaremos como el DER con más anuncios de la historia ni el más entretenido. Así que cuando el atril está aburrido hay que virar hacia la tribuna de invitados. Pasamos lista: no estaba Gallardón. Pero tampoco se lo vamos a tener en cuenta porque los seres supremos son así. No estaban los secretarios regionales de UGT y Comisiones Obreras. La huelga del 29 les tiene hiperactivos y lo mismo tampoco querían escuchar los detalles del proyecto antiliberados sindicales. Y no estaba Trinidad Jiménez. Vale que el formato no es el más divertido, vale que incluso un sombrero del US Open le haga más ilusión –¡dónde esté Nadal que se quite la Asamblea!– pero de ahí a fumarse el DER hay un paso. Cuando uno aspira a gobernar una región tiene que estar en los lugares donde se debaten las cosas de la región. Jiménez prefirió esperar a su compañero de tándem Lissavetzky que ir a Vallecas. No me valen ni las excusas de la agenda ni las excusas de que se puede seguir el DER por otros soportes informáticos. Por que igual que el Twitter no va a sustituir a la democracia las agendas se pueden comprar más grandes. Lo digo, para que al menos no estén tan apretadas.
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