El «aquelarre» etarra
La medida frivolidad
En estos momentos, no sé si siquiera atreverme a recordar que sólo con firmeza y unidad y desde la ley, aplicándola en toda su magnitud, se puede acabar con el terrorismo, y en cualquier caso aunque tengamos que convivir todavía con el mismo, resulta el único medio para luchar contra la barbarie terrorista, cualquier otro es ilegal, inmoral e inaceptable en una Democracia. La lucha contra ETA ha de estar presidida, no sólo por el uso de la ley, aserto cuya dicción hace a uno sonrojarse por lo que tiene de perogrullo, sino y además, por el ejercicio de la ética, ética que determina responsabilidad, unidad, coherencia, que hace descartar cualquier atajo (ni Gal, ni negociación). Con los miembros de ETA sólo se debe hablar ante los Tribunales y con la ley como límite. Decir esto, es como recordar las leyes físicas, es recordar que cualquier objeto arrojado cae hacia una superficie como consecuencia de la ley de gravedad. Pero la pregunta es, cómo algunos insisten en creer que la ley de la gravedad es disponible, que podemos elegir a nuestra conveniencia que los objetos pueden caer o ascender. Y lo más despreciable, es que lo dicen sin ningún tipo de complejo, sencillamente dudan sobre si la mejor manera de plantarle cara a un fenómeno terrorista, es el camino de la ley o seguir su ejemplo, y utilizar sus métodos. Un enemigo no sólo gana cuando nos gana, sino también cuando hace que actuemos como él mismo, y eso fue lo que ocurrió en España, no porque lo diga yo, sino porque lo han dicho los Tribunales. Un secuestro es un secuestro, y un asesinato es un asesinato, y no se puede denominarlos de otra forma. Algunos no se dan cuenta, no sólo de su tremenda irresponsabilidad, sino de su medida frivolidad, que a buen seguro tiene una clave política, por cierto, conocida por todos, no nos engañan; pero lo patético es que jueguen y manoseen la lucha antiterrorista. Pero lo más dramático, es la cara que nos queda a todos aquellos que hacemos de nuestro trabajo un ejercicio permanente de estricto cumplimento de la ley en la lucha contra el fenómeno terrorista, estos personajes, nos pueden hacer pensar que perdemos el tiempo, puesto que si se puede acabar con el terrorismo de una forma tan fácil, aunque sea trasgrediendo todo nuestro ordenamiento jurídico, para qué seguimos trabajando. En una democracia, y creo que algunos ya ni siquiera saben lo que es eso, no hay opción, no se puede dudar, sólo con la ley se puede acabar con la delincuencia. No se puede justificar todo, porque acabaríamos enfermos y sobre alguno no cabe duda de que los está, y deberían hacérselo mirar. La auténtica esperanza es que a pasar de que algunos utilizaron el delito para intentar acabar con ETA, otros el miserable diálogo, los demás seguiremos utilizando el instrumento más sagrado en una democracia, la ley, con su máximo rigor, pero también con todas las garantías que un Estado de Derecho despliega. Debemos expulsar de nuestra sistema no sólo a los que delinquen sino a los que quieren abusar del mismo, poniéndolo a sus pies; nunca en un país tan aconfesional, como se dice, ha habido tantos mesiánicos; Dios nos libre de ellos. Los que ejercen violencia y los que con actos de cobertura asumen un papel de complicidad, merecen además de la estricta aplicación de la ley y todas sus consecuencias, el mayor de los desprecios. La violencia y en especial la terrorista requiere una plena deslegitimación permanente, y no sólo oportuna, los terroristas tienen que perder toda esperanza de que en algún momento se vaya a abrir o encubrir cualquier tipo de negociación o diálogo, más que aquel cuyo objeto sea cuando se rinden y abandonan su actividad delincuencial. Los terroristas con sus acciones generan víctimas directas, aquellos a quienes directamente asesinan, lesionan, extorsionan, dañan, etc., pero a la vez nos hacen víctimas a toda la sociedad. Cuándo se entenderá, que ni cabe la guerra sucia ni diálogo, sólo la estricta aplicación de la ley, aunque en su administración se puede ser muy generoso. Por eso la Justicia debe estar cercana a las víctimas y detrás del agresor, ayudando y reparando a las primeras, y conduciendo al segundo a las consecuencias legales de sus actos La lucha contra ETA es una lucha contra delincuentes y nada más que eso, y así se debe tratar. Por eso la sociedad, y sobre todo los responsables políticos, deben estar al lado y junto a las víctimas, y dejar a los delincuentes solos frente a las consecuencias legales de sus actos. No se puede llorar junto a las víctimas, y a la vez defender la estrategia política de sus agresores, es inmoral. Cuando se está del lado de la ley, nunca nos equivocamos y además la ley da margen para la generosidad.
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