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Dos luceros y la luna nueva por Antonio PÉREZ HENARES
Ya sé que son planetas, pero me gusta nombrarlos, así aprendí de niño a hacerlo, como luceros. Tampoco me da la gana llamarle satélite a la Luna. Venus y Júpiter navegan estos días juntos por el cielo. Extrañamente emparejados, muy cerca el uno del otro, son los primeros en asomarse al crepúsculo, cuando el firmamento va deslizándose desde el azul oscuro al negro. Durante este mes han ido aproximándose y ahora es el momento en que están más alineados. El más grande y brillante, el más cercano, es Venus. El que parece más pequeño, aunque en realidad excede en mucho al otro en tamaño, y parpadea de manera más tenue, es Júpiter. No hay entrada que pagar por contemplar la magia de su encuentro. Basta con mirar hacia arriba y al oeste. Basta con dejar de mirarse los zapatos. La collera de luceros estaba esperando a alguien. Estaban aguardando a la luna llena que hoy comenzará a asomarse a la Tierra. La primera luna de la primavera, la que lucirá en plenilunio cuando las vírgenes salgan a llorar al hijo muerto durante la pascua judía que la celebraba. Hoy, cuando su mínimo trazo iluminado evoque las banderas del dios de los desiertos y los árabes, cuando sólo sea un gajo de la naranja que cuelga del techo del universo, será el momento de esa conjunción que sólo cada largos años se nos ofrece y nos permite hasta inventar una leyenda: la de los dos luceros pretendiendo desposar a la princesa de la noche. Júpiter tuvo desde siempre fama de seductor, dado al rapto incluso para culminar sus deseos, pero si tienen paciencia ya verán que quien acabará paseando con su amada será Venus. Su rival para acercarse tendrá que esperar unos cuantos lustros. El lucero vespertino seguirá siendo durante estos meses dulces el preferido.
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