Andalucía

Puigcercós y los churros

La Razón
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Cuando era inquilino del Congreso, Madrid le enseñó a Puigcercós, entre otras cosas, a comer churros. En la capital, sobre todo si se vuelve de verbena, hay veces que se mojan en anís. Consta que en mañanas barcelonesas, ha notado la pulsión de ir a por un papelón y al no poder explicárselo a si mismo, ha blindado su cerebro para que el paisaje de la realidad y las tentaciones no contaminen su pensamiento facistón: «Madrid es un fiesta fiscal y en Andalucía no paga ni Dios». Como al resto de necios de su estirpe, de Madrid (que es como se dice España en catalán independetista), sólo le habita en la cabeza el delirio de que en el Gobierno hay un ministerio de la Guerra contra Cataluña. Pero, con su imperedecero gusto por los churros, Joan Puigcercós denota que, también en su caso, la ciudad cumplió con lo prometido. A todo el que se deja unos minutos de vida en sus andenes, se le ciñe la corona de emperador de Lavapiés, garantizada por Agustín Lara a las chulonas.

Madrid, donde una habitación de hotel es un hogar, concede con ésta corona su mejor distinción: una leche sin consagrar de cosmopolitismo, macedonia cultural, descreimiento y prisas. Si se le repiten sin piedad episodios de independencia aguda, que coma churros y recuerde aquello de Fdez. Flórez: «Cataluña es la única metrópoli que quiere independizarse de sus colonias».