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La Razón
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Estoy leyendo una estupenda y divertida gamberrada literaria firmada por Seth Grahame-Smith. Es una novela que todavía no se ha publicado por aquí, pero que sospecho que no tardará en ser traducida por algún editor listo. En ella se descubre uno de los mayores secretos de la historia de Estados Unidos: el presidente Abraham Lincoln era un cazavampiros, noble oficio al que se dedicó desde su tierna edad y que tuvo importantes consecuencias para su país. Es una broma que está muy bien escrita y que permite aprovechar las lagunas de la realidad para quien se mueve con agilidad la ficción.En Cataluña, hasta hace poco, podíamos pensar en cazavampiros en la Corona de Aragón, pero gracias a los nobles esfuerzos de la conselleria de Joan Manuel Tresserras ahora sabemos algo más de algunos cadáveres de la citada monarquía.Me imagino al rey Jaime II, en el momento de su agonía, redactando su último testamento, pensando en que sus huesos descansarían para siempre sin problema alguno en Santes Creus. Debió ser una imagen conmovedora. El rey, en su lecho de muerte, rodeado de sus hombres de confianza, pálido como la cera, esperando lo inevitable. Lo que Jaime II no sabía, ni podía imaginar, es que tanto él como su esposa Blanca de Anjou se convertirían en los Tutankamon nacionales de Cataluña. Pero, ¿era necesario hacer todo esto? ¿De verdad cree Tresserras que se lo agradecerá Jaime II?