Afganistán
Té y simpatía por Martín Prieto
Nuestros días políticos son de caucho y se estiran perezosamente entre los rigodones del Presidente, ETA y Batasuna, y los estacazos al PP para entretener al público del guiñol. Vamos a lo serio. Hace demasiados años leí el código de conducta de los estudiantes de Berkeley. Sobre escarceos amorosos estipulaba que el chico debía pedir permiso para desabrochar el primer botón de la blusa
En caso afirmativo habría de hacer lo mismo para desalojar el segundo y así hasta desvestir la prenda mágica. Supongo que al llegar al último botón los contendientes carecerían ya de la más pequeña brizna de lujuria. Nacía así lo políticamente correcto, padre putativo del «Tea Party».
Esta infusión recuerda la equivoca obra teatral «Té y simpatía», porque no es todo lo que parece y se suman peras con manzanas. Su líder, Christine O'Donnell, empujada por Sarah Palin, no ha llegado al Senado, y aunque pese a su improvisación ha logrado un éxito en las legislativas parciales estadounidenses, este movimiento en el que «los soldados mandan a los generales» será efímero aunque va a tocar el tambor hasta las próximas presidenciales.
El partido republicano no se puede permitir una escisión. Bush Jr., que ha desaparecido y no da ni conferencias, no terminó aborrecido por la innecesaria guerra de Irak (Ben Laden y Saddam Hussein eran lo que el agua al aceite), sino porque estaba desguazando la clase media, y eso cuando la crisis no había salido de su huevo. El té moralista que llega a negar la evolución de las especies, que acepta el Vaticano, es fuego de artificio. En el medioeste americano siempre persistirá ese «cinturón de la Biblia» donde leen el libro sagrado sin acotaciones y literalmente. Pero la causa de la bronca del té es la economía doméstica, las hipotecas y un 10 por ciento de paro. Los estadounidenses sacan la bandera hasta para orinar, pero tienen una histórica desconfianza hacia las injerencias en sus vidas del Gobierno Federal y los Estados. El poso de este té no es la ultraderecha que parece, sino la exigencia de menores impuestos a cambio de menos gastos de la Administración. Queda el puritanismo de los peregrinos del «Mayflower», pero pesa más la rebelión contra los ingleses por los impuestos al té.
Obama tiene el Senado y el derecho de veto, pero haber perdido la Cámara de Representantes le obliga a negociar cotidianamente o vivir dos años de gresca, que envilecerían una segunda candidatura. Admirable su aceptación de la derrota como una paliza y su aspiración de que el elefante y el burro trabajen juntos. En América muchas repúblicas cambian la mitad del legislativo mediado el mandato presidencial, instrumento utilísimo para tomarles la temperatura a los votantes. El Presidente Zapatero no tiene parciales, ni las quiere anticipadas, pero también recibe una paliza en todas las encuestas. Dicen que admira a Obama, pues que imite al menos su realismo y sinceridad. Té, mucho té.
DOLORES LEVES
Conocí indirectamente a una señora llamada Dolores Fuertes de la Barriga, que gozaba de excelente salud. Defensa informa que un blindado español pisó un artefacto al noreste de Afganistán siendo atendidos tres militares de «dolores leves». Me parece que desde al menos Leónidas y el paso de las Termópilas los partes de bajas consisten en heridos leves, graves, muertos y desaparecidos. Siendo «amateur» de la historia de la guerra, nunca había leído nada sobre leves dolores en el campo de batalla. En la escala evolutiva del dolor, de uno a cinco, los médicos suben de una carraspera a fracturas y heridas abiertas. Para un dolor leve te dan Paracetamol e Ibuprofeno. Zapatero, gran pacifista, es el mandatario local que más tropas ha mandado al extranjero y resulta conmovedora su nueva calificación de las bajas. Nos dirán, con razón, que una mina fue un susto talibán.
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