Ciudad Real
Haití: «Sabemos lo que es sufrir al máximo»
Las familias de Calzada de Calatrava (Ciudad Real) acogen a 47 peregrinos haitianos que acuden a la JMJ a celebrar la fe con jóvenes de todo el mundo. Han podido venir gracias al apoyo de Ayuda a la Iglesia Necesitada, de los obispos de Estados Unidos y de alguna aportación del Estado y las diócesis de Haití.
Hablamos con tres de ellos en Campo de Criptana, mientras toda la ciudad se vuelca en acoger entre 8.000 y 12.000 personas para una misa al pie de sus famosos molinos de viento. El padre Jean Baptiste Wilder es el director de Cáritas de Gonaives, la segunda ciudad de Haití. Su compañero, el sacerdote Nomil Wisner, que habla un poco de español, dirige Radio Cristo Rey, que se oye en toda Haití. Edmunde Augustin es una joven estudiante de tercer curso de enfermería, que luce con orgullo pendientes y collares con los colores de su bandera. Los tres admiten que su país es el más pobre de América en lo económico, pero dicen que es una superpotencia mundial en lo espiritual.
«En Calzada hemos visto que tienen como patrono a Cristo Salvador del Mundo, y sus habitantes lo expresan muy bien con su acogida generosa», explica el padre Nomil. «Pero en realidad, el Salvador es Cristo, que es en quien ponemos nuestra confianza».
El padre Jean Baptiste señala que la fuente de todo es la fe. «Los haitianos saben sufrir al máximo, porque saben tener la máxima esperanza, y eso les hace luchar», afirma. Por eso, este sacerdote en contacto con la peor pobreza del país más pobre, da por bien invertida la peregrinación a la JMJ: «con la fraternidad, al conocerse los jóvenes, crece la fe y la generosidad», afirma.
Un ejemplo se da a pocos metros, donde los jóvenes católicos de Criptana venden botellas de aguas a 1 euro y bocadillos a 2. Todo lo recaudado lo destinará Manos Unidas a mejorar la producción agrícola del norte de Haití, en un proyecto que ayudará a 2.000 campesinos pobres. En un día, aprovechando el encuentro diocesano de la JMJ, esperan recaudar al menos 12.000 euros. Además de Manos Unidas, el padre Jean Baptiste señala que Cáritas es una de las principales fuentes de ayuda en su país, con proyectos de «cash for work» («dinero en metálico por trabajos»), apoyo a cooperativas, promoción de derechos humanos y mejoras agrícolas y sanitarias.
Edmunde recuerda la noche del terremoto, cuando un doctor de Médicos sin Fronteras la puso a vendar heridos. «Atendí unas doscientas personas esos días», recuerda. Es muy devota de Nuestra Señora de los Siete Dolores, «que siempre escucha todo lo que le pido» y explica que reza a Dios para alabarle, darle gracias y pedir por sus necesidades. Reconoce que le han sorprendido, sobre todo, alimentos que desconocía como los limones, el pisto manchego, los melones, las salsas y frutos secos como los quicos y las pipas.
Pedro Serrano, de Calzada, que acoge en su casa a cuatro sacerdotes y un laico de Haití, los define con rapidez: «son gente muy alegre, sencilla y muy agradecida». Y el padre Nomil resume así su experiencia de los manchegos: «son como nuestros tíos, nos tratan como si fuéramos parientes». Es la fraternidad que se genera en una JMJ.
✕
Accede a tu cuenta para comentar