Argentina
«O no ven portería o hay muchos suizos» por Cecilia GARCÍA
Muchos se acordaron ayer de Maradona cuando comentó, aliviado, tras vencer Argentina a Nigeria: «Parecía que no queríamos meterla». Pues se puede aplicar perfectamente a la España de ayer. Alguien lo resumió perfectamente: «Nuestros jugadores o no ven portería o hay muchos suizos», que tanto monta, monta tanto. El caso es que cuando un tal Fernandes metió un gol de carambola, la «afición de LA RAZÓN» gritó como si hubiesen visto una aparición. Eso sí, el ánimo no decayó en ningún momento. Los españoles somos así: cuando peor nos va, más nos entra esa risa floja que viene a certificar nuestro sentido trágico de la vida. Nada hacía presagiar este final ante tan buen comienzo. Se recibió a la Selección Española y no fueron pocos los que se levantaron, e incluso se pasaron los brazos por los hombros como hicieron nuestros jugadores. Había tanta voluntad de ganar como tantas banderas rojiblancas poblaban el salón. Tampoco faltaron los sombreros y en las camisetas, al menos en esto, Fernando Torres ganaba por goleada. Durante la primera parte cundió la ilusión, las sensaciones se acoplaban al juego de la selección, reposado pero expectante por ver si Xabi conseguía dar un pase de gol a Villa. Algunos al oír a Sara Carbonero tocaban madera. Su relación con Casillas le está pasando al portero una factura que no merece. Era oírla y surgir todo tipo de comentarios. Ajenos al fútbol, por supuesto. A España se la jaleaba como nunca... «¡A por ellos!», «podemos», «¡venga, Iniesta!»... hasta que llegó el gol al que siguieron con chillidos sólo comparables a los que se exclaman cuando uno esta boca abajo en la montaña rusa. Se necesitaba tomar aire y recuperar la ilusión. La selección y los asistentes. Por cortesía de Del Bosque, salió «el deseado» –que no era otro que Fernando Torres– y Jesús Navas, «Jesusito» le llamaba alguno implorando de él una de sus cabalgadas que propiciase lo que, a estas alturas, ya tenía hechuras de milagro. No ocurrió. Aunque cada jugada del combinado español, tanta era la ansiedad, era empujada por cientos de gargantas que esperaban culminar con un gol que hiciera temblar los cimientos del edificio. Más de una taquicardia produjo ese disparo, por no decir obús, de Xabi Alonso, que dejó tiritando el larguero. Los cinco minutos de más se nos hicieron de menos mientras Suiza se dedicaba a especular y el respetable, a silbarle. España perdió, sí, pero ver el fútbol en compañía aun en la derrota, consuela un rato.
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