Barcelona

La cantera del talento francés

Ubicada en Ciudad Universitaria, la residencia es desde 1928 un laboratorio de artistas y científicos galos. Sus «becarios» viajan a Madrid para especializarse en estudios sobre la Península, el Magreb o América Latina

La cantera del talento francés
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MADRID- Pese a los pequeños roces o recelos que, por aquello de la vecindad, puedan surgir de forma eventual entre españoles y franceses –especialmente en el ámbito deportivo, como quedó reflejado en el partido que enfrentó a ambas selecciones hace dos fines de semana en la Eurocopa– el intercambio cultural que retroalimenta a ambos lados de los Pirineos goza de buena salud. Un buen ejemplo de ello lo constituye la Casa de Velázquez, situada en plena Ciudad Universitaria, y convertida desde hace décadas en una especie de laboratorio en el que se forman jóvenes talentos galos tanto en el terreno artístico como en el científico.

Tiene su origen en los años veinte del pasado siglo. Alfonso XIII cedió entonces al Gobierno francés el terreno sobre el que debían construir un edificio para artistas y profesores. Inaugurado en 1928, su ubicación durante la Guerra Civil, en pleno frente, lo condenó a quedar completamente destruido. En los años 50, Francia decide emprender su reconstrucción y desde entonces ha alojado a decenas de artistas e investigadores. En los dos últimos años, ha permanecido cerrado al público para acometer unas obras de modernización y de actualización en sus condiciones de seguridad. Tras este paréntesis, la institución reabrió en mayo con la intención de dar continuidad a su misión de fomentar el arte y el estudio.

Uno de los artistas que disfruta de una de las becas que concede el Ministerio de Educación Superior e Investigación es Boris Labbé. Él es videoartista y su obra gira en torno a obras del Museo del Prado de pintores como El Bosco. Junto a él, residen en la Casa de Velázquez un dibujante, un cineasta, dos fotógrafos, escultores, compositores... Olivier Lariviere es pintor y gracias a su beca busca, en el taller-vivienda del que disfruta en pleno jardín de la Casa de Velázquez, dar forma a un proyecto «muy personal»: una serie de trípticos de más de doce metros de largo en los que «aborda la problemática de las vanidades, la conciencia del tiempo que pasa y la sexualidad como rendentora».

Estudio a jornada completa
El otro pilar sobre el que asienta la Casa de Velázquez es la investigación. Fruto de ello, jóvenes como Stephanie Demange pueden dedicarse a jornada completa a mejorar sus proyectos de tesis. Ella está en Madrid realizando un doctorado sobre la pintura española en el siglo XIX como ejemplo de arte comprometido con la sociedad especialmente al narrar el drama de la pobreza. Al contrario de lo que ocurre con un doctorando en Francia, donde están obligados a asumir una carga docente, la beca de la que disfruta en la Casa de Velázquez le permite tener algo realmente importante para un investigador: tiempo. «Para nosotros que investigamos sobre España y Portugal, estar aquí en Madrid junto a los archivos y sin horas docentes es un lujo incomparable».

En función de la naturaleza de los temas de sus trabajos, algunos investigadores pueden residir fuera de Madrid. Es el caso de Nicolas Pluchot, que vive en Barcelona porque en su tesis aborda la situación social y económica de unos conventos dominicos de Cataluña. Otros científicos viven en Lisboa o en Sevilla, aunque Madrid es «el corazón de la casa», subraya Nicolas.

Dos años de estancia máxima
Sus becas gozan de un gran prestigio en el país vecino. A ello se une la cuantía de su dotación: 5 millones de euros al año. Ello permite que los alumnos y artistas que la consigan perciban al mes una cantidad cercana a los 3.000 euros al mes, durante un año, prorrogable durante un segundo curso. Son conscientes de ser muy afortunados por percibir esta beca, y por ello defienden la necesidad de, pese a la crisis, que un Estado invierta en la investigación y el talento. El director de Estudios Artísticos, Xavier Baudoin, es claro a este respecto: «Es fundamental que el Estado defienda la cultura y el arte».

Sobre su futuro, todos tienen claro que la beca les posiciona mejor para tener una oportunidad en el mercado laboral. Sin embargo, y pese a que confiesan que «de Madrid y Barcelona nos gusta todo», ninguno se plantea continuar con su carrera en España. «Sabemos que esto sólo es un paréntesis encantador», reconoce Nicolas. Stephanie, por su parte, cree que, «por una cuestión ética, después de estar becada por el Estado durante años», está en la obligación de revertir todo lo que ha aprendido a los nuevos estudiantes. «No es patriotismo», aclara: «Es creer en el sistema público».


ANÁLISIS
- El trabajo de los artistas e investigadores becados, ¿tiene relación con España?

–Los artistas tienen que tener un deseo de residir en Madrid y una motivación hispánica, de conocer el país en su vertiente histórico y artística. Pero, luego aquí es libre, no vamos a controlar el artista. Para el científico sí es una obligación que el tema de su trabajo esté vinculado con la Península Ibérica, el Magreb o América Latina.

- Llevan décadas alojando grandes a talentos, ¿han logrado notoriedad en sus campos?
–La notoriedad es relativa. Pero en sus ámbitos, sí. De aquí ha salido la tercera parte de los miembros actuales de la Academia de Mozart, tanto pintores, grabadores como compositores. En la parte científica, las dos terceras partes de los hispanistas franceses y de los catedráticos que se dedican a la historia de España, han estado aquí.

- ¿Qué importancia tiene la inversión en el conocimiento?
–Diría de una manera muy chauvinista que creo que debe seguir siendo uno de los compromisos de mi país: pase lo que pase promover la reflexión, lo gratuito, el debate de ideas, tanto en el campo artístico como en todo lo relativo a la investigación científica.

Jean Pierre Étienvre
Director de la Casa de Velázquez


Una biblioteca con fondos «gran reserva»
Los muros de la Casa de Velázquez guardan tesoros. La «reserva» de la biblioteca de esta institución conserva una treitena de manuscritos y más de un millar de obras publicadas entre principios del siglo XVI y 1800. Entre sus fondos –cuentan, nada menos, con alrededor de 3.800 ejemplares– hay libros impresos según las técnicas artesanales, libros únicos que no están catalogados en otras bibliotecas y hasta una tirada limitada compuesta por ejemplares exclusivos o dedicados por distintos autores. Además, en la sede madrileña también disponen de un fondo bibliográfico sobre el hispanismo procedente de la universidad de Burdeos.