Roma
Un día sin Prensa en Italia
La llamada «ley mordaza» que prepara desde hace meses el Gobierno de Silvio Berlusconi ha conseguido silenciar a la Prensa antes incluso de su aprobación.
Casi todos los diarios –excepto los afines a «Il Cavaliere»–, las radios, televisiones, sitios webs y agencias de información dejaron ayer de ofrecer noticias como protesta a la nueva normativa impulsada por el Ejecutivo italiano, que hace casi imposible la publicación de informaciones basadas en escuchas telefónicas realizadas por mandato judicial.
El seguimiento a la jornada de huelga informativa fue mayoritario. Según la estimación de la Federación Nacional de la Prensa Italiana, el paro alcanzó al 97% de los medios. Sólo «Il Giornale», propiedad de la familia del primer ministro, y tres diarios «berlusconianos» y minoritarios salieron ayer a la calle. Incluso el «Avvenire», el rotativo de la Conferencia Episcopal Italiana, optó por el silencio.
«Ponernos solos la mordaza»Vittorio Feltri, director de «Il Giornale», afirmó estar también en contra de la nueva ley, pero explicó que su diario no secundó el paro «porque la cosa más equivocada es ponernos nosotros solos la mordaza». De hecho, algunos periodistas fueron a contracorriente y se opusieron a permanecer en silencio, la mayor parte de ellos, porque consideran que no era la mejor manera de protestar.
El «apagón mediático» intenta evitar que la Cámara de los Diputados secunde al Senado y apruebe el proyecto de ley sobre escuchas telefónicas.
El debate parlamentario decisorio se iniciará a finales de mes. Y aunque Silvio Berlusconi esperaba que su amplia mayoría le permitiese obtener con facilidad la «luz verde» de la Cámara Baja, la polémica normativa ha provocado las críticas incluso de una parte de su partido, lo que anuncia futuros enfrentamientos.
La huelga de los periodistas coincidió ayer con el paro de los trabajadores del transporte público en Italia, que afectó a trenes, autobuses, metro y tranvías. Tanto en Roma como en las principales ciudades del país desplazarse de un lugar a otro fue una cuestión de fe, ya que los servicios mínimos fueron insuficientes y las colas formadas por los vehículos particulares monumentales.
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