Milán
Purito sigue soñando
Purito Rodríguez llegó al Giro dispuesto a pelear contra su propia naturaleza. Su cuerpo diminuto y su peso ligero son un inconveniente cuando hay que rodar contra el reloj. También lo convierten en un elemento vulnerable cuando las cuestas se alargan y los puertos se encadenan uno detrás de otro. Lo suyo son los esfuerzos cortos y explosivos.
Al menos eso parecía hasta ayer. Un puerto de primera, uno de tercera y dos de segunda para finalizar eran suficientes argumentos para que sus rivales confiaran en perderlo de vista. Ya había dado muestras de debilidad en la etapa del sábado. Devolvió al americano Hesjedal la «maglia» rosa y los nueve segundos de ventaja del canadiense parecían anunciar, una vez más, que la tercera semana se le iba a hacer muy larga al ciclista del Katusha.
Ayer tampoco se dejó ver en los primeros instantes de la carrera. Era un día para el abandono de Frank Schleck. «Su lesión no justifica el abandono», dice su director, Bruyneel. Un día también para las fugas y para los clásicos. Rabottini se marchó junto al francés Bonnafond en el kilómetro 18. Parecía la aventura de dos locos. Quedaban todavía 150 kilómetros para llegar a la meta. Demasiado terreno cuando lo que se juega por detrás es la gloria eterna. Pero loco había uno como mucho. Porque Rabottini fue aguantando, encontrando rivales por el camino que iban cambiando con el paso de los kilómetros. Cunego fue uno de ellos y se atrevió a soñar con éxitos pasados, con los tiempos en que se vestía de rosa al llegar a Milán. Era líder a falta de 60 kilómetros.
Cunego perdió terreno, lo atraparon Losada, Amador, Txurruca y Pirazzi, que seguían con la vista puesta en Rabottini. Los favoritos preferían no moverse hasta que lo intentó Scarponi a falta de kilómetro y medio. Tenía que justificar la «maglia» rosa del año pasado que heredó de Alberto Contador por decisión del TAS. Pero lo que empezaba a decidirse en esos últimos metros era el triunfo en este Giro, el de 2012. Y para eso, el más preparado parece Purito. Se fue detrás de Scarponi, lo devoró a fuerza de pedal y se marchó a por Rabottini. Pero el hambre de Purito no es tan grande como para destrozar las ilusiones del italiano, que llevaba 150 kilómetros de esfuerzo casi en solitario. Se puso a su altura, pero no disputó la etapa. A él le bastaba con vestirse de rosa, con los treinta segundos de ventaja que ahora tiene sobre Hesjedal. Basso, el tercero, camina ya a 1:22. Purito tiene derecho a soñar.
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