Córdoba
Padre e hijo por Idoia Arbillaga
Hacía tiempo que no me conmovía tan profundamente ante una noticia de sucesos. Supongo que porque he tenido la fortuna de tener uno de esos maravillosos padres que dan abrazos y dicen «te quiero», me admiró la noticia retransmitida este fin de semana. En la provincia de Córdoba, el jueves pasado, un padre sufrió un accidente de tráfico con su hijo de 3 años. El progenitor permanecía gravemente herido, pero rodeando a su hijo autista, que tenía una brecha profunda en la cabeza. Así estuvieron veinte horas, el padre moribundo protegió el cuerpo de su niño, hasta que finalmente fue éste rescatado. El padre ya había fallecido cuando los hallaron; y el pobre niño permanecía firmemente aferrado a su cadáver. El coche había caído a un pozo. Sorprende lo que claramente es un pensamiento malicioso que circula en Internet: resulta que hay quienes piensan que era la culpa lo que movía al padre, quien supuestamente no llevaba al niño en la silla reglamentaria, por lo que lo acusan de ser responsable de su muerte, y claro, únicamente por eso protegía el cuerpo de su niño, por el sentimiento de culpa. Indignante. ¿Estamos todos tan amargados y resentidos, que no somos capaces de enternecernos ante la imagen de un padre aferrado a su hijo y protegiéndolo hasta que a él no le queda una gota de vida? Late una rabia oscura en el seno de algunos seres humanos, una oscuridad funesta y aciaga que nunca he alcanzado a entender. Parece que nos encanta proyectar y untar con nuestra negatividad las vidas ajenas.
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