Filosofía

El señor de las lenguas

La Razón
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«La indignación es ciega, y fácilmente se precipita», escribió Diego Saavedra Fajardo en sus Empresas Políticas (1640). Hoy ninguna otra palabra suena más en boca de todos que «indignados». Cuenta con una frecuencia de uso millonaria en internet. Y, sin embargo, no hay palabra menos inexacta que indignados en los titulares. Pues ya no se alcanza a saber quiénes son los indignados y quiénes los indignantes: ¿los del movimiento 15-M o los sufridos ciudadanos? Porque los primeros parecían indignarse contra lo insostenible de la situación política (sentido intransitivo pronominal de indignarse: significa «pasar a sentir indignación»). Fechas malhadadaY a los segundos, viendo en qué ha venido a parar este movimiento, el intento de asalto al Parlamento de Cataluña, el acoso al alcalde Alberto Ruiz-Gallardón y sus efectos, los han indignado, como a la inmensa mayoría (sentido transitivo de indignar: significa «causar indignación»). Porque las palabras «indignante» e «indignado», igual que el movimiento 15-M, empezaron a ser registradas como normales en el «DRAE» de 1724, pero fueron poco a poco perdiendo razón de ser hasta acabar eliminadas de él: «indignante», en 1803 e «indignado», en 1834; fechas también malhadadas para la cultura e historia españolas. Y eso que el uso es el dueño y señor de las lenguas; como debiera serlo también de la democracia el imperio de la Ley. Hay indignidad en quien, debiendo hacer cumplir la Ley, no lo hace. Porque sólo la necesidad intrínseca de un sistema legal de reglas establecidas de manera válida puede salvar a un pueblo so pena de dejar de existir por su inobservancia en razón de elementos subjetivos. «La Ley es dura, pero es la Ley», reza el adagio latino.