50 años sin Kennedy
La teoría de la conspiración por Víctor FERNÁNDEZ
Una tragedia inesperada es un terreno fértil para cualquier tipo de conjeturas. Cuesta creer que de una manera tan sencilla se pueda acabar con líderes y es lógico buscar una teoría paralela a la versión oficial del loco solitario.
Las mentiras del «caso Watergate» y el descubrimiento en los años setenta del enorme poder de la CIA para derrocar gobiernos extranjeros hicieron sospechar a más de uno que algún crimen fue encargado, pagando con la cárcel algún falso culpable.
Es algo que ya pasó entre el 14 y el 26 de abril de 1865, cuando se buscó a John Wilkes Booth por el asesinato de Abraham Lincoln, parte de visible de una conspiración muy compleja que quería vengar la derrota del Sur en la reciente guerra civil. El hecho de que fuera capturado muerto y no llegase a declarar jamás ante un tribunal, provocó el primero de los más sonados casos de «cons-piranoia»/paranoia.
Más compleja es la madeja que rodea el asesinato de John F. Kennedy. Cada vez son menos los estadounidenses que se creen la teoría oficial de la Comisión Warren: el 22 de noviembre de 1963 un extremista de izquierdas llamado Lee Harvey Oswald disparó tres certeros disparos contra Kennedy con un fusil barato y comprado por correo.
A su vez, otro loco solitario llamado Jack Ruby pudo matar sin ninguna dificultad a Oswald, dos días después, sin ningún problema y ante las cámaras de todo el mundo. ¿Conspiración? Parece que nunca lo sabremos.
Lo único cierto es que poco después de conocer la fatal noticia, Robert Kennedy, hermano del presidente, empezó a indagar en el crimen con extrema cautela, sospechando de la CIA, de los extremistas exiliados cubanos y del líder sindical Jimmy Hoffa.
Por su parte, Lyndon Johnson creía que detrás del magnicidio podía estar Castro. La desaparición de numerosas pruebas –entre ellas una bala localizada en el cuerpo de JFK durante su autopsia– y las muertes en extraños accidentes y suicidios de testigos clave –desde el fotógrafo que tomó las imágenes del cadáver del presidente, al taxista que llevó a Oswald a su casa tras el atentado– no hicieron más que incrementar las dudas.
La teoría de la conspiración ha señalado que probablemente Sirhan Sirhan pudo haber sido hipnotizado para matar al senador Robert Kennedy, formando parte de la «Operación MK Ultra».
Los amantes de lanzar interrogantes recuerdan que uno de los policías que protegían a Robert Kennedy, Thane Eugene Cesar, era un extremista de derechas, que admitió haber desenfundado su pistola en el tiroteo, que vendió su arma y que hoy vive oculto tras huir a Filipinas. Sirhan sigue manteniendo hoy que no recuerda nada del suceso.
Se ha señalado también que Arthur Bremer, el hombre que intentó matar al gobernador Wallace en 1972, podía tener vínculos con la CIA y con Charles Colson, uno de los asesores de Richard Nixon, según determinó una investigación llevada a cabo por Mark Felt, el hombre que se convirtió en «Garganta profunda», la fuente de información que destapó el «caso Watergate».
De otro chalado con arma, John Hinckley, se conocen detalles curiosos tras haber fallado en su objetivo de acabar con Reagan. Oficialmente, quería impresionar a Jodie Foster. Extraoficialmente, se sabe que el padre de Hinckley era amigo y vecino del vicepresidente George Bush, hasta el punto de hacer donaciones en su campaña electoral de 1979. ¿Coincidencia o consecuencia?
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