Conferencia Episcopal
Superación del laicismo
En la perspectiva del respeto a la gramática escrita en el corazón del hombre por su divino Creador, «las normas del derecho natural no han de considerarse como directrices que se imponen desde fuera, como si coartaran la libertad del hombre. Por el contrario, deben ser acogidas como una llamada a llevar a cabo fielmente el proyecto divino universal inscrito en la naturaleza del ser humano... El reconocimiento y el respeto de la ley natural son también hoy la gran base para el diálogo entre los creyentes de las diversas religiones, así como incluso entre los creyentes y no creyentes. Éste es un gran punto de encuentro y, por tanto, presupuesto fundamental para una paz auténtica». Es necesario aprender que la paz está conectada con el abrirse a Dios y, por tanto, con la superación del laicismo imperante. Para construir la paz es preciso estar muy atentos para no caer en esa mentalidad que tan amplia como poderosamente está actuando en nuestro mundo inspirada por el laicismo ideológico, totalitario y excluyente. Mentalidad o «ideología que lleva gradualmente, de forma más o menos consciente, a la restricción de la libertad religiosa hasta promover un desprecio o ignorancia de lo religioso, relegando la fe a la esfera de lo privado y oponiéndose a su expresión pública. Un recto concepto de libertad religiosa no es compatible con esta ideología, que a veces se presenta como la única voz de la racionalidad. No se puede cercenar la libertad religiosa sin privar al hombre de algo fundamental» (Juan Pablo II); esto promueve necesariamente una mentalidad negativa para la convivencia y la paz.
Por todo ello, es urgente dar la primacía al entendimiento fe–razón, aprisionadas por una cultura y una sociedad transidas de escepticismo radical. Sólo así se impedirá que la Humanidad se extravíe y ésta pueda progresar por caminos de entendimiento y convivencia solidaria. Benedicto XVI, en Ratisbona, apuntó y desveló la decisiva importancia de la racionabilidad de la fe para dar respuesta a los problemas no sólo de la sociedad occidental, sino a los que están emergiendo con fuerza nueva en los distintos lugares del globo: desde la guerra hasta la falta de entendimiento intercultural y diálogo interreligioso, para la libertad y la paz y la justa distribución de bienes, para la armonización entre minorías y mayorías. Benedicto XVI, al reclamar suma atención a la íntima y amigable relación entre la fe y la razón, y la superación misma de la mentalidad secularista y de la ideología laicista, invita a los responsables de la sociedad a que no cierren sus ojos –por no aceptar propuestas racionales a la par que espirituales y religiosas– al oscurecimiento de Europa, a la decadencia y fin de una civilización, al derrumbamiento demográfico, a la crisis del derecho y la justicia, que son aceptados como soporte de una débil e inestable convivencia. Benedicto XVI va aún más lejos. La necesaria y urgente llamada a poner a Dios en el centro de la sociedad en armonía con la razón, para que la convivencia humana no se convierta en un problema crónico e irresoluble, conlleva no renunciar a la profesión explícita de que la garantía de toda convivencia y entendimiento humano es actuar según la razón y ésta ha lugar cuando se actúa conforme a la naturaleza de Dios. Exiliar a Dios es el anuncio del destierro de la razón, es entregarse al arbitrio de la irracionalidad. La lección de Ratisbona evoca, en muchos de sus pasajes, los problemas que necesitan ser repensados para una justa organización de la sociedad: la conexión entre libertad individual y justicia social, la conciencia y la verdad, democracia y Estado en medio de una cultura relativista, los peligros del subjetivismo y del poder, educación, familia, cuestiones referentes a la vida, el confesionalismo laicista, etc.. Temas todos ellos para los que, sobre todo a partir de los años 90, J. Ratzinger había abierto nuevos caminos de solución y había indicado campos concretos que por su actualidad y urgencia en ser respondidos no se pueden marginar por más tiempo. Entre esos nuevos caminos que abre Benedicto XVI encontramos los que él muestra en sus diálogos con los pensadores laicos como Pera, Della Logia, D'Arcais, y Habermas, con los que ha encontrado tanta sintonía. En diálogo con este último en la Academia Católica de Baviera llamaba la atención sobre la necesidad de recuperar en la conciencia de la sociedad occidental las certezas básicas en torno a lo que es el hombre, su origen y destino, superando lo que él llamaba las «patologías de la razón» y «las patologías de la religión», típicas del actual momento social, calificado por el filósofo alemán como «postsecular». Superación tanto más necesaria y urgente ante la aparición de nuevos fenómenos en el horizonte de nuestra sociedad a los que hemos de estar muy atentos.
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