Murcia
OPINIÓN: Magistrada
El Tribunal Constitucional, ese engendro en funciones reducido por voluntad propia a ser la voz de su amo, le acaba de decir que no a la titular del Juzgado de lo Penal de Murcia nº 4, y lo ha hecho por segunda vez a costa de una cuestión de inconstitucionalidad que planteó la magistrada sobre aspectos de la llamada ley de violencia de género, es decir, por esos desvaríos que suponen la obra cumbre de la ministra miembra: implantar la desigualdad efectiva entre hombres y mujeres a base de que paguen los hombres de hoy por lo que hicieron los hombres de ayer, entendido el ayer desde Atapuerca hasta nuestros días, y todo construido sobre la hipótesis mistérica de que se puede conseguir la igualdad promoviendo la desigualdad. La miembra, al cabo, quedará para la historia como inventora de la homeopatía ética, que nos ha de conducir al punto de combatir los incendios con fuego: cuanto antes arda todo, antes se acabará el incendio. Vistos los razonamientos de la una y de los otros, todo recuerda en exceso a un imposible diálogo entre un ser humano inteligente y un talibán asilvestrado: a los razonamientos se oponen sinrazones orquestadas por quienes han renunciado a tener criterio propio en favor de la adopción lisa y llana del criterio que sostiene la mano que les da (muy bien) de comer, lo que me convence definitivamente de algunas cosas que ya les tengo dichas: que en España rige sólo la ley de la gravedad, por inevitable, y la del embudo por ser la preferida de nuestros gobernantes; y que nos movemos en una efectiva conjura de necios dispuesta a abatir cualquier pico de inteligencia que se detecte en cualquier parte, incluso en un modesto juzgado de lo penal de provincias.
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