País Vasco
Vampiros despiertos por Martín Prieto
ETA sigue despierta o dormida, a la espera no se sabe de qué exactamente. Ni se disuelven, ni entregan las armas, ni se arrepienten. Pero algo tendrán que hacer para convencernos.
Tras el anuncio de los espectrales encapuchados etarras decidiendo abolir la pena de muerte, Sonsoles Espinosa y Elena Salgado se pusieron tiernas creyendo que Rodríguez Zapatero necesitaba un homenaje femenino y una resarción por tantas incomprensiones recibidas. En el ante Consejo de Ministros frente a la mesa de los cafés y los zumos, recibieron al entonces presidente con un ramo de flores y un aplauso en un gesto tan cursi que emocionó al gran pactista con el terrorismo. Un latiguillo, falso y monótono, inundó los discursos de mitin y de Cortes: «Ahora que por primera vez en nuestra democracia nos vemos libres de la amenaza de ETA ...». Y es que lo que distingue a la izquierda española es un empecinado voluntarismo y la confusión de los deseos con la realidad.
ETA ha renunciado varias veces a la sangre y siempre ha vuelto por donde solía. Nunca se ha disuelto (excepto ETA-pm), ni han entregado las armas y los planos de los zulos que le quedan y hoy mismo continúa intentando cobrar el impuesto revolucionario. No sólo Mayor Oreja, que nunca se ha equivocado en este tenebroso asunto, y las Fuerzas de Seguridad del Estado insisten en que los vampiros se están despertando dentro de sus nichos. Europol nos informa de que ETA está reclutando nuevos sicarios y está seleccionando objetivos, lo que desmentiría eso tan bonito de que no van a volver a matar. Están recaudando dinero, resucitando la «kale borroka» y se teme el nacimiento de escisiones radicales dentro de la fauna vampírica (¿cabe mayor radicalismo?) que suspenda el cínico abolicionismo de la actual dirección etarra.
Al gran mutilado general Millán Astray le preguntó un periodista que si notaba algo en el brazo que le faltaba: «El jodido no ha dejado de dolerme ni un solo segundo desde que me lo cortaron. Pero ya estoy acostumbrado». Hemos vivido tantas décadas bajo la férula de ETA que podríamos vivir el resto del siglo bajo su amenaza. Pudo merecer la pena intentar negociar con ellos durante la Transición y las primeras amnistías; ahora da igual porque se han convertido en una enfermedad crónica como el sida, que no te destruye pero con la que puedes convivir indefinidamente mediante las drogas adecuadas.
Resulta más grave la actitud de gentes como Urkullu, presidente del PNV, que se ha desmelenado porque el Ejército ha hecho maniobras en Guipúzcoa, llegando a equiparar el terrorismo con una supuesta violencia ejercida por las tropas españolas. Olvida la contribución militar para paliar algunos desastres naturales que afectaron al País Vasco, no quiere recordar que pidió la intervención de la Armada en el Cuerno de África para dar protección a los pesqueros vascos, cosa que nuestras fragatas ya hacen, y lo que denota Urkullu es que no hace falta una mudanza de ETA, imprevisible, sin un cambio de actitud y de lenguaje en la sociedad vasca. Si la derecha vasca habla así, ¿qué no hará la izquierda abertzale?
Sabotaje en el metro
Quedan por administrar los sabotajes en Madrid y los «indignados» que quieren volver a Sol. Buscan la provocación, poner en marcha la relación infernal acción-reacción. Hay que tener mucho cuidado porque los estados empeñados en la autoridad pueden acabar en autoritarios. Vampiros o murciélagos están levantando el vuelo.
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