Zaragoza
Orgullo por Vargas Llosa
Era la segunda de la Feria del Pilar. Una de las peores de cuantas se recuerdan. Alarde de sinceridad. No hay más que echar un vistazo a los carteles para que las preguntas salten a modo de alarma. ¿Alarmista?, ¿Temeridad? ¿Qué esta pasando? Vale todo.
O no vale nada. Poco duele cuando el bolsillo es ajeno. La corrida de ayer de Juan Manuel Criado lo tuvo todo de presentación, de remate, de cara, de pitones, pero poco sabía de casta, de fuerza, de íntegra codicia para perseguir el engaño y que el toreo se convirtiera en un espectáculo. Poco hubo de eso en el devenir de los seis toros, seis, de siempre, que saltaron al ruedo. El más veterano de la terna, Manolo Sánchez, logró darse una vuelta al ruedo tras la petición. La faena contuvo la suavidad que le dejaba la nobleza del toro y la media altura de la falta de fuerza del animal. Todo lo que componía por un lado descomponía por el otro. Más inválido resultó el cuarto.
Paulita se estiró de capa con el segundo. Apenas eso, destellos, que se apagaron ante la nula fuerza del toro. Entusiasmo dejó con el descastado quinto.
Se movió algo más el tercero y cambió a brusco según pasaba el tiempo. Tiró de oficio Morenito de Aranda, lo que no le dejó hacer el sexto. Un mulo para echarnos a todos a casa.
Y justo en casa, un día antes, recibimos asombrados la grata noticia de Vargas Llosa. No podía ser más merecido ese Premio Nobel a la Literatura. Un reconocimiento con alma taurina que no olvida al escritor peruano con verbo firme y templado siempre a favor de la Fiesta. Hoy ésta saca pecho. A hombros, simbólico, real, Mario Vargas Llosa, siempre, con el toreo. Orgullosos estamos.
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