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Las siamesas

La Razón
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Leo la noticia de las siamesas norteamericanas con dos cerebros y un solo cuerpo y me impacta la crueldad de la naturaleza. Veo sus rostros alegres y bonitos en la fotografía y me admira la capacidad humana para la adaptación. Esas dos chicas de veinte años, con diferentes caracteres y gustos, han conseguido entenderse para sobrevivir. Han querido vivir. Ahora una de ellas parece que se ha enamorado y se quiere casar. Y yo me pregunto, si sólo tienen un cuerpo de cintura para abajo, ¿quién de las dos siente sexualmente hablando? ¿Podrían sentir las dos? Imagínense qué dilema. Cada una se enamora de un hombre distinto, ¿Qué pueden hacer para estar con él? Pues estoy segura de que encontrarán la fórmula. No hay nada humanamente imposible cuando uno decide tomarse la vida como un regalo, algo precioso y lleno de posibilidades diferentes. Estas dos muchachitas rubias y sonrientes han conseguido, además de coordinarse para poder dormir, caminar y practicar deportes como voleibol o baloncesto, escribir cada una lo suyo, poseer diferentes carnés de conducir, manejar cada una el lado de su cuerpo, defender su personalidad, ser dos, ya que son dos mentes y dos corazones. ¿Por qué no van a conseguir, entonces, tener un amor distinto? Si natura no fue precisamente generosa con ellas, la sociedad sí ha de serlo. Lo harán todo de otra manera. Y su diferencia nos demostrará que no hay dos personas iguales en el mundo, que somos únicos e irrepetibles, que cada ser humano crea su universo vital. Y que, mientras no se haga daño a otro, hay que respetar la manera en que cada uno lucha por ser feliz.