Cataluña

Patriotismo o partidismo

La Razón
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Ése es el dilema con el que se encuentra el presidente del Gobierno al inicio de este curso político. O saca adelante unos Presupuestos que no van a convencer a nadie dinamitando el Gobierno constitucionalista de Euskadi y sacrificando a Patxi López, o convoca elecciones generales para que sean los españoles quienes decidan si quieren un gobierno fuerte que afronte con decisión y sin paños calientes una crisis que no sólo es económica sino de valores. Todo hace pensar que Zapatero, una vez más, optará por lo primero y ofrecerá al PNV lo que sea con tal de mantenerse en el poder. Un Gobierno abrasado, sin ideas pero con mucha propaganda, lo único que busca es una huida hacia adelante y para ello necesita de los votos de los nacionalistas vascos que esta vez parecen dispuestos a echar un auténtico órdago. A la gente de Urkullu no le importa lo más mínimo los números y el interés general de España. Aunque sus portavoces insistan en que sólo apoyarán unos Presupuestos para salir de la crisis la realidad es que para ellos lo único que importa es sacar tajada en materia de transferencias y autogobierno sobre la base del plan Ibarretxe que han rescatado del baúl de los recuerdos. Si la opción de ZP es la de mantenerse al precio que sea, va a poner en riesgo muchas cosas, y la primera la estabilidad del actual Gobierno vasco apoyado por un PP que no ha pedido nada a cambio, dando una lección de patriotismo de la que deberían haber aprendido los socialistas. Pero el sentido práctico de la izquierda española no tiene límites y Zapatero sabe que unas elecciones anticipadas le arrojarían, con toda probabilidad, a las tinieblas exteriores. Y el presidente no está por la labor de dejar el poder aun cuando se lo pida una mayoría de los ciudadanos y no pocos barones de su propio partido que conspiran en la sombra para sustituirle en el cartel electoral. Para empezar, al menos la mitad de los socialistas madrileños, los que apoyan a Tomás Gómez, vería con buenos ojos que Zapatero no repitiera como candidato a la presidencia, y no pocos de la vieja guardia han dedicado algunos momentos de sus vacaciones para lanzar la especie de que hay que cambiar de caballo si se quiere ganar la próxima carrera. Pero de momento nadie ha tenido el valor para decir públicamente lo que susurran en privado. Y en la otra orilla tampoco faltan las críticas hacia Rajoy, a quien consideran demasiado blando y previsible y al que le piden más firmeza y más ideas para conseguir una mayoría cómoda. Con este panorama se abre una temporada llena de incertidumbre y con dos citas electorales de gran trascendencia. La primera, en Cataluña, donde todo hace presagiar el final de casi ocho años de tripartito que no han traído más que conflictos y tensiones. Y la segunda en mayo del próximo año, donde el PP puede conseguir unos resultados impresionantes. Mantener todas las comunidades y ayuntamientos en los que ya gobierna y arrebatarle a los socialistas algunas de sus plazas es el objetivo que se ha marcado la dirección de los populares. Lo primero parece sobre el papel bastante fácil. Lo segundo nos dará la medida de hasta qué punto la mala gestión de Zapatero ha contaminado a alcaldes y presidentes de su partido.