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Eurodivisión: Cameron se enfrenta al plan «Merkozy»
BRUSELAS / MARSELLA- En la guerra que tienen los líderes europeos por dejar la frase más colorida para describir el ánimo previo a las cumbres, el premio se lo llevó ayer Nicolás Sarkozy, al asegurar el presidente francés en Marsella, durante la reunión del Partido Popular Europeo, que «no tenemos una segunda oportunidad» para salvar el euro. «Nunca el riesgo de explosión de Europa ha sido tan grande», enfatizó.
El salto mortal para apuntalar la moneda común, con un cambio de las reglas fiscales y presupuestarias que calmen a los mercados, pero también con un fondo de rescate más fuerte que los disuada, tuvo lugar ayer en un circo a tres pistas: Marsella, Fráncfort y Bruselas. En la cumbre del PPE, la canciller alemana, Angela Merkel, y su fiel escudero Sarkozy, intentaron acortar la enorme distancia que les separa de los jerarcas de las instituciones comunitarias, Herman Van Rompuy y José Manuel Durao Barroso, respecto a la reforma del tratado para lograr un nuevo «pacto fiscal» para la UE, o cómo mejorar el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE).
Las diferencias eran amplias cuando llegaron a Bruselas, a la cumbre de líderes de la UE. Al cierre de esta edición, y con la discusión aún en marcha, fuentes comunitarias informaron de que los líderes europeos avanzaban en el nuevo «pacto fiscal», que mantenía el espíritu de la propuesta francoalemana:
- Regla de oro: El déficit estructural no podrá superar el 0,5% del PIB, pudiendo ser mayor para aquellos países que tengan una deuda inferior al 60% del PIB. La regla deberá ser incluida en las constituciones de la eurozona.
- Más automatismo: Las sanciones serán automáticas para los Estados miembros que sobrepasen el 3% de déficit, a menos que una mayoría cualificada de los países del euro lo bloqueen.
- Supervisión: De los presupuestos y de países en apuros por parte de la Comisión. Además, las «grandes reformas de un Estado de la zona euro en política económica deberán ser coordinadas» entre todos los socios.
- Eurobonos: Alemania y Holanda se oponían a la posibilidad de «avanzar hacia la emisión de deuda común a largo plazo», una vez reforzada la disciplina fiscal.
No obstante, la manera de cómo conseguir estos cambios, algunos de los cuales requerían cambios de los tratados, dividía la mesa del Consejo. Mientras el dúo «Merkozy» defendía una reforma ambiciosa, Van Rompuy y Barroso preferían una aproximación más gradual que empezara por cambios en la legislación secundaria. De esta manera, pretendían satisfacer a los desconfiados inversores, que piden no sólo contundencia sino rapidez, según reconoció un alto funcionario comunitario, ya que una modificación de la legislación adherida al tratado (protocolo 12) costaría sólo dos meses, frente a los hasta dos años que llevaría el complicado proceso que pedía Merkel.
Además, Bruselas quería evitar abrir el melón de los tratados ante la amenaza creciente del euroescepticismo británico, cuyo primer ministro, David Cameron, prometió dar la batalla para «defender los intereses nacionales» y bloquear el cambio de los tratados que reforzara la zona euro. Merkel avisó en Marsella su voluntad de «refundar» Europa contando con el mayor número de socios posibles, aparcando «los egoísmos nacionales». Aunque Sarkozy avisó de que si no puede ser con los 27, habrá que centrarse en los 17 miembros del euro, lo que se podría lograr con la firma de un tratado intergubernamental al margen de la legislación comunitaria, pero que consagraría la Europa a dos velocidades que intentaba evitar Bruselas.
Con una Europa con todas las heridas al aire, la estocada la dio en Fráncfort el presidente del BCE, Mario Draghi. Si hasta ahora se ha negado a una intervención masiva con la compra de bonos de los países en apuros, también lo hizo ayer con las dos posibilidades barajadas para circunvalar su rígido mandato antiinflacionista. La primera, prestar dinero al FMI para que luego la institución de Washington pueda intervenir en la eurozona. La segunda, prestar al MEDE, al que se otorgaría licencia bancaria para que pudiera financiarse sin límite ante el BCE. Esta última opción, defendida por Van Rompuy y Barroso, y que también se discutía ayer, crearía el blindaje que busca la UE. Sin embargo, Draghi, defendiendo la tesis de Alemania, descartó ambas opciones. «No respetaría el espíritu de los tratados».
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