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Sálvese quien pueda
La salida de las tropas norteamericanas ha puesto a prueba el frágil régimen iraquí. Los militares norteamericanos habían recomendado que permanecieran unos 15.000 soldados, una propuesta respaldada por los sunitas y los kurdos. Habrán quedado unos 3.000, según la decisión de la Administración Obama, apoyada en esto por Nouri al-Maliki, primer ministro iraquí, que ha tenido que responder así a las presiones procedentes del flanco más nacionalista de su coalición. La salida de las tropas ha tenido consecuencias inmediatas. Se ha desencadenado una ofensiva terrorista, con el resultado de 69 personas asesinadas la semana pasada. El Gobierno de al-Maliki se ha empezado a resquebrajar por las tensiones a las que su presidente está sometiendo a los representantes de los grupos que lo componen, en particular sunitas y kurdos. El Gobierno iraní está a la espera de una mayor inestabilidad para tomar posiciones, mientras al-Qaeda, que ha revindicado los atentados de la semana pasada, ha tardado poco en volver al primer plano.
Desde 2007 se había formado un ejército de más de 500.000 soldados, el terrorismo estaba bajo control, los enfrentamientos entre minorías se estaban reduciendo a términos políticos y el petróleo, la principal fuente de riqueza del país, había vuelto a ser exportado y revertía ya en la economía. La situación estaba lejos, claro está, de ser la ideal, pero eso mismo, junto con las mejoras evidentes, aconsejaba la permanencia. No habrá sido así por decisión de la Casa Blanca. Obama no ha podido cumplir algunas de las promesas que le llevaron a la presidencia, como el cierre de Guantánamo. En cambio, en la campaña de 2012, podrá afirmar que sacó a su país del atolladero en el que lo metió Bush. Si se cumple el calendario, otro tanto pasará con Afganistán. A cambio, la Administración Obama ha multiplicado los ataques selectivos, sin despliegue de tropas. La Administración norteamericana, por muy demócrata que sea, sigue teniendo licencia para matar.
Las consecuencias de la retirada, que han empezado a verse en estos días, serán aún más patentes en los meses que vienen. Hay quien augura un escenario todavía peor en Afganistán, aunque es posible que la situación iraquí, envenenada como está, degenere en algo más sangriento y más peligroso. Obama habrá asumido por tanto una responsabilidad histórica. Bien es verdad que su posición resulta comprensible. Los norteamericanos no pueden mantener solos la bandera del orden civilizado. No se les puede exigir que sacrifiquen vidas y recursos para defender unos intereses por los que nadie está dispuesto a arriesgar nada. En el terreno internacional, se ha empezado a abrir paso la política del sálvese quien pueda. Lo más irónico de todo es que mucha gente, conociendo la debilidad de sus propios países, aplauda una retirada que nos deja indefensos. ¿Nos habremos dado cuenta de lo que eso significa?
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