Europa

Castilla-La Mancha

Cuando el contagio del sida es un accidente

En España, sólo cinco comunidades emplean jeringuillas seguras. La UE aprueba una directiva para implantar medidas de bioseguridad que evitarían el 85 por ciento de los pinchazos.

Ana Salegui y David Vázquez, víctimas de un pinchazo accidental
Ana Salegui y David Vázquez, víctimas de un pinchazo accidentallarazon

La vida de Ana Salegui dio un vuelco en 1991. Pasó de ser una profesional respetada a toparse con el rechazo de sus propios vecinos, que ni siquiera le permitían utilizar la piscina comunitaria ante la «sospecha» de que se hubiera contagiado del VIH. Salegui no había estado expuesta al virus por ser usuaria de drogas ni por tener conductas de riesgo: era enfermera y se había pinchado con el material de un enfermo terminal de sida. Al final no desarrolló el virus, pero en aquel entonces, para conocer los resultados definitivos, hacían falta dos años. «Aunque no te infectes se pasa muy mal. A parte de la incertidumbre y el estrés, supe lo que era la discriminación». Esto sucedió hace casi 20 años, pero la situación se repite hoy. David Vázquez, un joven enfermero, también se pinchó cuando trataba a un paciente de VIH.Sus casos no son aislados. Cada año 1,2 millones de médicos, enfermeros y auxiliares se pinchan de manera accidental. De ellos, uno de cada 10 se expone al virus de la hepatitis C, uno de cada 20, al VIH y uno de cada 50 a la hepatitis B. En España, de acuerdo con datos del Consejo General de Colegios de Enfermería, cada año se notifican 16.520 casos, de enfermeros, con lo que se podría calcular que hay entre 20.000 y 25.000 pinchazos accidentales de sanitarios en general. Se trata de «accidentes» evitables. De hecho, a partir de ahora, la intención de las autoridades sanitarias es evitarlos. El Consejo Europeo acaba de aprobar una directiva que obliga a todos los países a implantar medidas de bioseguridad para evitar estos pinchazos. Es «el resultado de 30 años de lucha». Así lo explica el presidente del Consejo, Máximo González Jurado. Él mismo se contagió de hepatitis en los inicios de su ejercicio profesional y sufrió las consecuencias: «Mi propia familia no quería compartir platos y vasos conmigo». Desde entonces, ha liderado la lucha para conseguir que se implanten estas medidas. Si se utilizan agujas y catéteres con dispositivos de seguridad, y se forma a los profesionales, «se evita el 85 por ciento de los casos», aseguró. Aunque los enfermeros españoles han sido los más combativos, en España aún queda mucho para cumplir la directiva europea. También en este ámbito las diferencias entre comunidades autónomas son abismales. Pese a que la ex ministra de Sanidad, Elena Salgado, hace ya más de dos años que liberó fondos para que las autonomías pusieran en marcha programas piloto con los nuevos dispositivos, la realidad es que a día de hoy sólo cinco autonomías emplean en sus hospitales y centros de salud agujas y catéteres «seguros». Madrid fue la primera en implantarlo, y le siguieron Castilla-La Mancha, Baleares, Galicia y Navarra. Cataluña y Canarias están en proceso de elaboración de una normativa. En el resto, el riesgo es el mismo ahora que hace 30 años. El motivo de esta resistencia al cambio es, sobre todo económico. Cambiar el material cuesta y, cuando la sostenibilidad del sistema sanitario está en entredicho, no es una decisión fácil. Pero ya no hay vuelta atrás. Europa ha dado dos años de plazo. El Consejo de Enfermería calcula que implantar los nuevos materiales costará 11 millones de euros. Eso sí, aseguran que el coste de los pinchazos accidentales (pruebas, bajas laborales, tratamientos...) es mucho mayor: de 42 millones de euros anuales.