Actualidad

Celebración patriótica por José María Marco

La Razón
La RazónLa Razón

Este año 2012 celebraremos el aniversario de la promulgación de la Constitución de Cádiz. Fue una de las primeras Constituciones de la historia de la humanidad. También fue, como correspondía, de las primeras liberales, una palabra que significaba generosidad y que adquirió aquí, en nuestro país, su significado político. Desde entonces, hablamos de liberalismo para designar el pensamiento y el sistema político que hacen del respeto a los derechos humanos su principal objetivo, la fuente última de su legitimidad.

España fue pionera en aquella aventura de la libertad, como lo fue en instaurar un régimen liberal duradero en el siglo XIX, lo que explica el éxito de la Transición y la muy consolidada democracia que desde entonces hemos vivido los españoles. Desde los debates y las decisiones políticas tomadas en Cádiz bajo el asedio de las tropas francesas, España ha sido una nación en el sentido moderno: una nación de personas dotadas de derechos y de obligaciones, ligadas por el bien común y el respeto a la libertad de cada uno. El nacimiento de esa nación es lo que vamos a celebrar este año.

Esa nación, sin embargo, no surgía en el vacío. La Constitución del año 12 fue también la afirmación de la nación tradicional, la heredada por los españoles de entonces: una nación mucho más antigua que aquella que acababa de nacer y cuyos lazos de unión no se agotaban en ésta. Nadie dudaba entonces que España venía de mucho antes y que lo español era lo que los españoles habíamos hecho nuestro y habíamos creado e imaginado a lo largo de siglos y siglos de vida en común. Lo que venía a hacer la Constitución de Cádiz era volver a formular esta larga tradición nacional desde el principio del respeto a los derechos de participación y de libertad. Por eso, la Constitución de Cádiz no debe ser entendida como un modelo de programa ideológico para construir una nación según un designio preconcebido, apto sólo para los que se adhieren a él y excluyente para los que no lo comparten. Lo ha explicado muy bien el profesor Ángel Rivero en su excelente ensayo «La constitución de la nación»: el modelo de la Constitución gaditana fundó una sociedad política donde tienen cabida las diferencias de opinión, de religión, de lengua o de costumbres. Aquella Constitución fundaba una forma nueva de patriotismo, el amor a lo que nos es común, que permite la diversidad y requiere la tolerancia como virtud principal.

Nada tenían que ver aquellos patriotas, como se llamaban a sí mismos los liberales, con quienes se rendían a lo que Feijoo, en el siglo anterior, llamó la «pasión nacional». Es ésta una pasión árida e intolerante, propia de espíritus estrechos, lo que hoy llamamos nacionalismo. Por eso la historia patriótica de España es también, además de una aventura extraordinaria que ha durado muchos siglos de vida compartida, la historia de la libertad en nuestro gran país.