México

Obama visita Luisiana por tercera vez para relanzar su imagen pública

La crisis por el vertido de crudo en el Golfo de México está desgastando vertiginosamente la popularidad de Obama. 

Obama, «furioso» por el vertido
Obama, «furioso» por el vertidolarazon

Nueva York- Más concienciado de que tiene que mostrar preocupación y dotes de mando, Barack Obama hizo ayer su tercera visita a la costa de Luisiana, la zona donde más se ha sentido el desastre del derrame de petróleo en el Golfo de México. Y es que la imagen del presidente se deteriora por momentos. Su equipo de comunicación consiguió vencer a la todopoderosa Hillary Clinton en las primarias demócratas de hace dos años, pero ha fracasado en transmitir a los ciudadanos que Obama se preocupa por el desastre de British Petroleum (BP). Eso sí, la Administración acaba de pasar a esta empresa la primera factura de gastos de recuperación, de 69.000 millones de dólares.

La maquinaria de Obama tiene que reconducir la gestión de esta crisis para transmitir a los estadounidenses que el presidente se esfuerza, se preocupa y trabaja para darle una solución inmediata. Así las cosas, el jueves se empezó a modificar la estrategia. Primero se subrayó la preocupación de Obama por esta catástrofe, con el anuncio de la cancelación de su viaje a Australia e Indonesia. Ya es la segunda vez que pospone este viaje después de retrasarlo hace unos meses para concentrarse en sacar adelante la reforma sanitaria del Congreso.

Más tarde, consciente de las críticas a su tibia reacción ante lo sucedido, Obama se disculpó el jueves en una entrevista con Larry King, en la CNN, donde dijo que está «furioso». «Me gustaría mostrar mi frustración y gritar, pero eso no es para lo que me han contratado. Mi trabajo es solucionar problemas», zanjó Obama.

Antes del encuentro del presidente con el periodista, su secretario de prensa, Robert Gibbs, expresó en diferentes ocasiones que «el presidente siente el dolor», recuperando así el estilo de sus antecesores, George W. Bush y Bill Clinton. Pero las acusaciones no cesan. Ya no se compara la catástrofe con el «Katrina», sino con la crisis de los rehenes en Irán, en 1979, que se prolongó durante 444 días.