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La Razón
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Semana de festejos en el Palacio de La Moncloa. Se comenzó celebrando por todo lo alto la bajada de las pensiones, y culminó con la visita de nuestra Canciller Merkel a su protectorado económico. La Canciller quedó satisfecha, pero no del todo, la cosa quedó en un par de caricias en nuestro lomito. Eso sí, en la mañana en que se firmaba el acuerdo de pensiones, el presidente nos anunciaba que acababa ser felicitado por el presidente Van Rompuy, sin duda un gran alivio para todos aquellos que verán reducidas sus pensiones entre un 20 y un 40%.

La mala sombra de la semana triunfal ha sido el dato de paro. En enero se perdieron 130.000 puestos de trabajo, mas de 4.000 al día y la afiliación a la seguridad social cayó en más de 200.000, así no resulta extraño que haya habido que rebajar las pensiones. Hay aspectos positivos del acuerdo, pero causa perplejidad que para llegar al mismo se haya renunciado a una mayor flexibilización del mercado laboral.

La Canciller Merkel nos pide ahora una rebaja de los salarios, indica que sería deseable que éstos subieran de acuerdo a índices de productividad en vez de con la inflación.

Los alemanes saben de lo que hablan, no es una casualidad que su tasa de despempleo sea una tercera parte de la nuestra, sus costes laborales son sustancialmente inferiores a los de España y son menores que la media de la Unión Europea. Por eso resulta imperativa una profunda reforma laboral, y sorprende que en este último acuerdo se haya caminado en la dirección opuesta.

Si seguimos perdiendo empleo a este ritmo no van a quedar pensiones que pagar, pero eso sí, los fastos para celebrar un nuevo récord de parados se intuyen antológicos.