Libros

Cataluña

Aprender a saber decir adiós

La muerte «es uno de los fenómenos que más se niega», señala el psiquiatra Sabel Gabaldón. Es importante saber que «el duelo no es una enfermedad» y requiere enfrentarse a él

Aprender a saber decir adiós
Aprender a saber decir adióslarazon

BARCELONA- Si perder a un ser querido ya es difícil, vivir la muerte de un hijo es, cuanto menos, desgarrador, y más si no ha llegado a la edad adulta. Que fallezca un niño resulta injusto, contra natura y sumerge a la familia y sus allegados en un proceso de duelo inevitable. De hecho, y como señala el doctor Sabel Gabaldón, psiquiatra y coordinador de la unidad de duelo del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, «que el duelo acarrea sufrimiento es innegable, pero forma parte de la existencia humana, es un proceso normal».

La muerte, en nuestra cultura, «es uno de los fenómenos que más se niega», lo que conlleva que ante un hecho que forma parte de la vida frenemos sentimientos y nos bloqueemos en el dolor. Ocurre, además, que frente al fallecimiento de un menor, los padres se enfrenten a un doble duelo, el de la propia muerte de un hijo y el de la pérdida de lo que consideran una parte de sí mismos, señala Gabaldón. Porque en la descendencia se proyectan planes de futuro, expectativas, que de forma abrupta, o tras una larga enfermedad, se truncan.

«Se requiere un tiempo de superación tanto a nivel personal como familiar, tampoco», señala el psiquiatra, pero, aclara «el duelo no pasa por el olvido sino por la aceptación». De hecho, las diferentes fases del duelo están descritas en la literatura científica desde los años 60, pero «el ritmo es muy diferente según la familia y la persona, según la relación que existía con el niño y los recursos propios de las personas para hacer frente a la pérdida».

Desde hace más de 20 años, el Hospital Sant Joan de Déu ofrece a las familias que han perdido a un ser querido apoyo en este proceso. La ayuda, que se propone mediante una carta entre tres y cuatro semanas después del fallecimiento, abarca las especificidades de cada individuo y de cada momento. De hecho, hay familias que solicitan por sí mismas esa ayuda para avanzar en el proceso de duelo. Suelen ser aquellas que conocen de cerca el centro sanitario porque han pasado muchas horas en él acompañando al enfermo.

El Hospital Sant Joan de Déu también cuenta con una unidad de curas paliativas. Con ella, no sólo se pretende mejorar la calidad de vida de aquellos pacientes que están en fase terminal o que sufren una enfermedad larga y grave, sino que también se ayuda y acompaña a las familias de diferentes maneras. La intervención es multidisciplinar y abarca desde el apoyo emocional, social y espiritual hasta el farmacológico. Explica Jessica Ortiz, pediatra de esta unidad, que a diferencia de las curas paliativas enfocadas a adultos, en el caso de los menores el apoyo se da, incluso, antes de la fase terminal y siempre engloba a la familia. «Pactando con los papás, establecemos un plan para que el niño lleve lo mejor posible su situación», señala Ortiz. La complicidad con la familia es clave para que esta sienta que, a pesar de la dureza, hace todo lo posible por salir adelante.

Sin embargo, cuando la esperanza se diluye y la muerte llega es probable que cada miembro de la familia exprese su dolor siguiendo patrones muy diferentes. Ante la muerte de un ser querido, no son las mismas las necesidades de un padre, una madre o un hermano. La rabia, ansiedad o, incluso, ira que pueda sentir un adolescente que ha visto morir a su hermano puede manifestarse en un cambio brusco del comportamiento en el colegio, un bajón de las notas o un aislamiento, entre otros aspectos que no detectados a tiempo podrían interferir en su desarrollo emocional y físico.

Tomar las riendas de la vida
Para Gabaldón, es vital entender que «el duelo no es una enfermedad». Difícil asumir la muerte, sí, seguro, pero es importante «que uno no se coarte a hablar, explicar, expresar porque ayuda a entender y avanzar», insta el psiquiatra, evitando así que el duelo se convierta en patológico y recuperando las riendas de la vida.

 

Cerca de 97.000 personas visitan los cementerios
Cerca de 97.000 personas visitaron ayer alguno de los nueve cementerios de Barcelona para recordar y honrar a los fallecidos. Hubo quien se acercó hasta el lugar donde está enterrado su ser querido con flores, otros aprovecharon para adornar y mantener cuidado el lugar de reposo de los suyos y también hubo quien simplemente aguardó unos minutos en silencio en señal de respeto y amor. Ayer acudieron al cementerio unas 3.000 personas menos que en el día de Todos los Santos de 2011, según comunicó Cementerios de Barcelona. El pasado fin de semana, 55.000 personas visitaron los camposantos barceloneses y se espera que otras 45.000 más lo hagan entre mañana y el domingo.